Helmut Franken, Doctor en Economía y Jesús Juyumaya, Doctor en Administración Facultad de Economía y Negocios, Universidad Santo Tomás.

Por Helmut Franken, Doctor en Economía y

Jesús Juyumaya, Doctor en Administración

Facultad de Economía y Negocios, Universidad Santo Tomás

La Ley promulgada hace unas semanas que busca mejorar la calidad de vida de los trabajadores, ha sido criticada en relación con su impacto en la productividad laboral. Al respecto, cabe señalar que la reducción de la jornada laboral ya se ha implementado con éxito en algunos de los países más productivos del mundo como Alemania y Dinamarca. Por ejemplo, en Dinamarca, la mayor parte de los contratos fijan una semana de 37 horas. Adicionalmente, se ha observado que una jornada laboral más larga no necesariamente genera mayores niveles de productividad.

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Ocupando datos de la OCDE para 2020 o 2021 según la disponibilidad para distintos países, se puede construir una medida simple de productividad laboral dividiendo el PIB Per-Cápita Anual por el Número de Horas por Trabajador Promedio Anual, y relacionar esta medida de productividad laboral con las horas trabajadas. Dicha relación es claramente inversa, es decir, los países más productivos trabajan menos horas y los menos productivos, entre ellos Chile, trabajan más horas ¿Por qué se observa este aparente paradigma?

Para responder a esta pregunta debemos considerar que los países difieren culturalmente. Entre los casos de alta productividad está Alemania, cuyos trabajadores son puntuales y se enfocan mucho en sus tareas, lo que repercute en una mayor productividad. La cultura empresarial es otro factor. Las empresas deben asumir una actitud proactiva, basada en la confianza y la flexibilidad. Por ejemplo, entre las empresas con el sello 40 horas, es decir, que ya redujeron su jornada laboral, destaca la implementación de un modelo de trabajo híbrido, medida que busca promover una cultura organizacional flexible.

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El desafío es entender mejor los determinantes de la productividad laboral y estudiar en profundidad la experiencia de otros países que han sido exitosos en reducir la jornada, manteniendo altos niveles de productividad y como estas experiencias se pueden replicar en nuestro país. En otras palabras, no es necesario reinventar la rueda, sólo debemos entender los ajustes que requiere nuestra cultura laboral y organizacional para transformarnos en un modelo exitoso y generar los incentivos para que dichos ajustes se hagan realidad.

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