Sólo cuatro agricultores se atrevieron a explotar el nuevo nicho de negocio, con muy buenos resultados. El bajo precio de la fruta los llevó a replantear la utilización de sus viñas, transformando en ganancia lo que otros llaman pérdida.
Cuando la crisis golpea sólo quedan dos posibilidades, echarse a morir o buscar la forma de salir airoso de ella. Bien lo saben los agricultores de Quillón, quienes ya sea por causas naturales o por consecuencia del manejo de mercado; han debido reponerse y buscar una alternativa a la mala racha.
Eso fue lo que hicieron cuatro productores de uva del Valle del Sol, quienes cansados del bajo precio que alcanzaba la fruta por kilo, decidieron tomar medidas. Apoyados por profesionales municipales de Prodesal, comenzaron en 2014 a incursionar en un nuevo rubro: la fabricación de vino espumante.
“Cuando llegaron con la propuesta, lo pensé y lo encontré bien interesante, porque ya no sabíamos qué hacer por el bajo precio de la uva. No lo pensamos tanto y comenzamos a innovar sobre esto. Es una buena iniciativa y nos asociamos cuatro agricultores para seguir haciendo crecer esto, seguir innovando y subir el precio del producto por su calidad y otros factores que estamos analizando aún”, contó Felizardo Barriga, productor de espumante.
Emprender sobre terrenos inexplorados es mérito sólo para valientes. Los cuatro fruticultores lo saben bien y por lo mismo decidieron dar el paso. Fue así como comenzaron a mirar sus viñas con otros ojos, aprendieron el rubro de la fabricación de vino espumante y gracias al apoyo de fondos de Indap lograron sacar sus primeras producciones. “Las primeras botellas se vendieron muy rápido y ahí me di cuenta de que esto era para nosotros y se iban a acabar los problemas de todos los años”, comentó Felizardo.
Para Osvaldo Alcayaga, jefe de la Oficina de Desarrollo Local (Odel) de Quillón, el valor agregado que los agricultores asignen a sus productos es fundamental a la hora de emprender y eso es lo que destaca de esta iniciativa.
“Ellos son productores de uva y con esta iniciativa ellos logran un aumento considerable de ésta, sacando hasta los $2 mil por kilo. Esto sin duda va a ayudar a la comunidad local y también a la consolidación de los productores de Quillón como elaboradores de un producto artesanal y de muy buena calidad”, indicó Alcayaga.
LA CALIDAD DE LO ARTESANAL
Mediante el método Champenoise o tradicional, los fabricantes logran elaborar un producto de alta calidad, controlado de manera artesanal, sólo utilizando tecnología simple y la uva Moscatel de Alejandría, abundante en la zona. “La uva no hay que tomarla madura, sino semipintona. Cuando se tiene el mosto se mezcla con levadura para la fermentación; ahí descansa”, explicó Ariel Poblete, fabricante.
Luego del descanso en las cubas, el vino es nuevamente mezclado con levadura y azúcar, y posteriormente envasado en botellas para su segunda fermentación, que durará entre tres y cuatro meses. Durante ese período, permanecerá horizontal para acumular la borra hacia el gollete.
Finalizado este proceso, viene el degüelle, que corresponde a la extracción del último sedimento. Aquí se le pone el corcho definitivo a la botella y el alambre o bozal.
La calidad del espumante la aseguran sus burbujas, que deben ser finas y persistentes. Esto sin duda lo asegura el formato artesanal, cuya práctica ya se masifica en Quillón y que hoy en día tiene a cuatro productores a la espera de más de 2 mil botellas para su posterior venta.
