Por: Kenneth Bunker

Académico Universidad Central

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Kenneth Bunker Académico Universidad Central

Chile Vamos parece estar más preocupado por la nominación de su candidato presidencial que de las elecciones municipales. Una serie de movidas en corta sucesión es evidencia de aquello. A la evidente candidatura de Sebastián Piñera, se sumaron la del ex UDI José Antonio Kast, y la del ex RN Manuel José Ossandón. A ellos se agregaron las de los RN Andrés Allamand, Francisco Chahuán, Alberto Espina, y el timonel de Evópoli, Felipe Kast.

Para algunos es positivo tener a tantas personas disponibles para la tarea. Lo interpretan como una señal de diversidad en la derecha, que simboliza el amplio espectro de potenciales votantes que pueden llegar a ser representados. También lo interpretan como un símbolo de competencia en la coalición, que sugiere que al final el mejor de candidato será el elegido. Sin embargo, se equivocan. No hay ni diversidad ni competencia.

Piñera, Allamand, y Espina son de la misma línea dentro de RN. Fundaron la Patrulla Juvenil en los noventa, e inauguraron la línea liberal en el partido. Su esfuerzo, sin embargo, ha sido largamente cuestionado, pues en los hechos operan en un marco tan conservador como el de la UDI. Esto ha quedado en especial relieve tras la irrupción de Amplitud. La nueva geografía del sistema de partidos desplazó a RN, y con ello a la Patrulla Juvenil, a la derecha.

Uno podría pensar que todos están en carrera porque todos tienen posibilidades. Pero no es así. No todos tienen las mismas prospectivas de convertirse en el candidato definitivo. La verdad, es que Piñera domina en las encuestas. Está a un distancia sana de Ossandón, que asoma como el segundo en los concursos de popularidad. A su vez, Allamand, Chahuán, Espina, y los Kast rara vez obtienen índices de apoyo dignos de una campaña presidenciable.

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En esta línea tener a siete candidatos parece ser un exceso, sobre todo visto en la luz de una contienda en que todos ofrecen lo mismo pero sólo uno o dos corren con posibilidades reales. Una serie de efectos negativos surgen en este escenario. Entre ellos, una especialmente peligrosa es la salida forzada de candidatos ante el bloqueo de las elites. La consecuencia es el fraccionamiento antes de la primera vuelta, facilitándole la elección al rival más fuerte.

La renuncia de Ossandón y Kast alimentan este escenario. Aunque si se les ofrece primarias probablemente participarían, hay probabilidades reales de que vayan directo a primera vuelta. El recuerdo del papelón de 2005 es demasiado reciente como para olvidarlo. En esa ocasión Piñera y el Lavín fueron juntos a primera vuelta. Y aunque sumaron más votos que Bachelet, no lograron repetir la hazaña en la segunda vuelta. La división les costó la elección.

Chile Vamos debe tomar determinaciones. Las recientes renuncias son una señal de que falta disciplina en la coalición. Los presidentes deben fijar primarias para prevenir una desintegración mayor. Es una tarea compleja, pues Piñera busca asegurar su nominación sin pasar por primarias, y Ossandón amenaza ir a primera vuelta si es que no hay primarias. Pero es una tarea necesaria, pues de lo contrario la derecha podría hipotecar el próximo cuatrienio.

Chile Vamos debe prevenir la potencial debacle electoral. Debe establecer primarias obligatorias para todos los candidatos con un mínimo nivel de apoyo en las encuestas. El peor resultado posible no es que no vaya Piñera, es que vaya Piñera y Ossandón (y posiblemente Kast) al mismo tiempo. La tarea urgente es separar el trigo de la cizaña. Luego, divisar el método por el cuál lograrán llevar una candidatura única, amplia, y vigorosa a la primera vuelta.

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