Por Marcelo Jara Ruíz

Psicólogo y académico UCEN

Caracterizado por un estado de ánimo fluctuante entre dos polos opuestos, entre la manía (euforia, exaltación) y la depresión (tristeza), el trastorno bipolar es un estado de salud crónico y recurrente cuya prevalencia es de 2,2% en la población nacional. Este trastorno es diagnosticado entre los 18 y 22 años, siendo una condición que acompaña durante toda la vida a las personas con altibajos emocionales; en el transcurso de años deben navegar en un escenario personal, social e institucional, que la mayoría de las veces, está acompañada de soledad, discriminación y no comprensión.

Pero ¿Qué hay más allá de la persona que padece este trastorno? ¿Qué podemos ver a su alrededor? Familia, colegio, amigos/as, estudios, entretenimiento, pareja, trabajo.

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De acuerdo con el Ministerio de Salud de Chile hay un factor hereditario muy relevante, así como cambios hormonales y neurológicos, que facilitan la aparición de su sintomatología. Pese a lo anterior, también cabe preguntarse cómo el ecosistema en el cual se desenvuelve la persona tiende a ser un potenciador o inhibidor de esta condición. En tal caso, el cuestionamiento sobre nuestra capacidad social, cultural y tecnológica recae en una responsabilidad que tenemos con la salud mental en particular y la diversidad en general. La deuda y el desafío histórico está en cómo generar y promover circunstancias y estrategias que permitan incluir e incorporar la diversidad en la vida cotidiana, en colegios, instancias sociales y en el trabajo. Es decir, mirando lo individual como una problemática social, tenemos que considerar cómo las diversas organizaciones y sistemas sociales pueden generar o no problemáticas de salud mental.

Respecto a esto último, la capacidad productiva cobra una gran relevancia ya que existen presiones sociales y políticas que invitan a instalar la discusión en el plano público y privado. Es importante, entonces, empujar los cambios culturales para la integración de la diversidad en los distintos contextos en los cuales se desarrollan y trabajan las personas con trastorno bipolar. Al respecto, la ley 21.015 de Inclusión Laboral de Personas con Discapacidad es una interesante estrategia para avanzar por este camino. Pero, no se trata de cumplir con una vacante en una empresa, si no, que, se trata de implementar un adecuado programa de integración cultural, farmacológico y organizacional a los puestos de trabajo. De esta forma, considerar al colaborador como un ser íntegro, es un factor clave para la motivación y estabilidad psicológica de cualquier persona. Desde esta perspectiva, también hay grandes desafíos para los/as líderes de las organizaciones en cómo se está pensando la diversidad y, sobre todo, en los tipos de liderazgo, debido a que pueden disminuir la exacerbación de síntomas, generar factores protectores y evitar así riesgos psicosociales.

Como sociedad debemos avanzar en concientizar y educar sobre la importancia de la diversidad, ya que la enriquece y hace florecer lo humano.

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