Son muchos los oficios antiguos que se se han ido muriendo con el tiempo. El pasar de los años no les ha dado tregua y en algunos casos se han transformado en meros recuerdos.

Uno de ellos es el tejido de paja, cuya tradición centenaria no han seguido las nuevas generaciones, algo que Celestina Gutiérrez ha visto con sus hijos, quienes no quisieron aprender el arte y buscaron nuevos horizontes para trabajar.

“Yo empecé en esto desde muy niña, porque es una tradición familiar. Mis abuelos, mis papás y nosotros que nos criamos viendo cómo se trabaja la paja. Se podría decir que aprendimos mirando no más, porque nadie nos enseñó y con el tiempo uno va imaginando lo que quiere hacer y lo hace”, contó la tejedora.

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Celestina es oriunda del sector La Plaza, ubicado a unos 27 kilómetros de la zona urbana de Quillón. Dicho villorrio alberga a otras familias que se han dedicado al tejido de paja, siendo según Celestina, únicos cultores del arte en Chile. “Hay gente que hace chupallas de paja, pero nosotros hacemos otras figuras y no ocupamos la misma paja. Lo que nosotros fabricamos son adornos de distinto tipo”, indicó la mujer.

ARTE DE LA PACIENCIA

Para ser tejedor de paja se requiere de mucha dedicación y paciencia. Cada artículo que crea Celestina puede tardar desde dos horas a un día completo, dependiendo de su tamaño. Sin embargo, una de las complejidades es encontrar el trigo ideal para fabricar sus servilleteros, forros para botellas, pantallas de lámparas y tarjeteros, entre otras creaciones.

“Nosotros ocupamos un trigo especial llamado marmoril blanco, que es el único que nos sirve, porque es un trigo hueco, blando que facilita remojar la paja y doblarla sin que se rompa para poder trabajar”, dijo Celestina.

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La pasión de esta quillonina es la que aún la mantiene trabajando con el derivado del trigo. Y es que a los siete años partió con el gran hobbie, que con el tiempo se transformaría en su sustento. Así crió a sus tres hijos, colaborando fuertemente en el sustento de su hogar. Por lo mismo, Celestina se niega a que el tejido de paja termine siendo sólo un recuerdo.

“Esto es un arte hermoso que no podemos permitir que muera. Por ello, como municipalidad y con el apoyo de Indap, estamos trabajando para sustentar a la señora Celestina con el trigo que necesita y apoyarla en la muestra de sus creaciones a través de ferias, tanto a nivel local como regional e incluso si es posible nacional. Además, queremos que Celestina pueda enseñar su arte y seguir preservándolo con otros artesanos que se interesen en trabajar la paja. Vamos a poner todos nuestros recursos a disposición para que este arte no muera”, manifestó el encargado de Prodesal de Quillón, Jorge Esparza.

Pocas personas en Chile pueden decir que no han visto las creaciones del tejido en paja. En muchos hogares a lo largo del país siempre hay elementos decorativos que reviven la tradición, aquella que nació en el campo, pero que ha ornamentado a un país entero.

 

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