Por Juan Bracamonte Becerra           

    

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 A nadie debe sorprenderle la gran convocatoria que tuvo la marcha contra las AFP, en todo Chile, sin duda responde a un descontento generalizado frente a un sistema previsional injusto e indigno, que viene desde hace años sumiendo en la humillación y la pobreza a los pensionados y jubilados de Chile, sometidos obligatoriamente a este nefasto sistema previsional.

Cuando en el régimen dictatorial encabezado por Augusto Pinochet, en los albores de los 80, uno  de sus cercanos y destacado asesor en materia de trabajo y previsión social, José Piñera Echeñique, genera bajo el paragua del mandatario (no había congreso) la supuesta gran revolución laboral, que instituye las AFP como la gran y única alternativa de ahorro previsional, aparte de la inconstitucionalidad, que tendría sentido, si la Constitución no fuera otra burla al pueblo, obliga a todos los trabajadores, menos a las FFAA y de orden a cotizar en este sistema capitalista, que le garantizaría según Pepe Piñera, una jubilación no inferior al  70% de sus últimos ingresos. Hoy sería injusto que quienes no cotizan en la AFP fueran sometidos a esta equivalencia, lo justo sería que los jubilados de AFP fueran nivelados hacia arriba, es decir en las mismas condiciones  de los pensionados de DIPRECA o CAPREDENA, para terminar con la discriminación

No fueron pocas las malas prácticas avaladas por el gobierno de turno, para obligar además a quienes pertenecían a sistemas anteriores, como CANAEMPU, CAEMPART, Servicio de Seguro Social, quienes fueron “embaucados”, con regalitos que iban desde equipos deportivos para la pichanga laboral, hasta bonitos en luquitas y botellitas de wiskis, para los jefes motivadores, ¿alguien en esa época se atrevió a denunciar el soborno y la corrupción?

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Con el correr de los años, la oferta de jubilación se invierte y en vez de un 70% en las pensiones, estas derivan a no más de un 30% promedio, siendo la mayoría inferiores a este porcentaje, dejando a la mayoría de los adultos mayores en una situación de precariedad, que antes y en un lenguaje más popular se les denomino indigentes.

Hay que tener presente además, que este no es un sistema solidario y que la carga contributiva por sobre un 90% la asume el propio trabajador por lo que cuando hablamos de un ingreso mínimo actual de $ 257.500, el ingreso líquido, o sea lo que realmente aporta el trabajador al presupuesto de su hogar, dependiendo la AFP en la cual este afiliado, más el descuento de salud, alcanza apenas a aproximadamente $ 210.000. Si es eso ya es indigno, que podemos decir de la pensión que le espera.

Sumemos a lo anterior que los ahorros previsionales están sujetos a las fluctuaciones de la bolsa internacional,  donde si se producen grandes crisis económicas externas o internas, se ven afectados nuestros ahorros, pero sin que ello involucre los capitales sociales de nuestras administradoras.

Por último, aunque hay mucho que decir, las AFP se fusionan se venden se traspasan y por ejemplo quienes partimos en SUMMA, hoy estamos en CAPITAL, es normal que alguien me pregunte si yo quiero estar en CAPITAL y no llegar y meter mis lucas donde yo no he autorizado. Otro vacío legal a mi juicio,  sin ser abogado, más aun teniendo presente que esa transacción de acciones, en las que yo indirectamente soy accionista, la costean con nuestros propios ahorros.     

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No los lateo más, porque habrá tiempo para seguir ahondando en este tema que nos afecta e involucra a todos, hay que dejar tema y argumento para otras marchas y otras movilizaciones, que parafraseando a un destacado y ya desaparecido relator deportivo, me atrevo a decir, casi con toda seguridad. “Esto comienza señores”.

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