Por Juan Antonio Montes Varas

Director Acción Familia

Este 21 de mayo todo el País recuerda el gesto heroico del Capitán Arturo Prat en el combate naval de Iquique.

Pero, en vedad, ¿es todo Chile que celebra a nuestros héroes nacionales?

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Ya vimos que con posterioridad a los hechos de vandalismo que se sucedieron a partir del 18 de octubre del 2019, muchas estatuas de nuestros héroes, entra las cuales, la del propio Arturo Prat ser vandalizadas.

La estatua del General Baquedano, otro héroe de la misma guerra del pacífico, tuvo que ser sacada de la plaza que lleva su nombre por los constantes y desenfrenados ataques que sufrió desde esa fecha fatídica.

¿Cómo se puede explicar que chilenos atenten contra las representaciones de sus propios héroes?

El hecho no es solamente nacional. El mismo odio destructivo se vio irrumpir, no hace tanto tiempo, en países como los Estados Unidos contra figuras incluso de Santos, como San Júnipero de Serra, misionero de los apaches y gran apóstol de la Fe católica en California.

La semana pasada el actual presidente de esa nación, John Biden revocó la medida de su predecesor ex Presidente Trump, firmada junio del 2020 para perseguir “en la mayor medida posible” cualquier acto de vandalismo contra propiedades federales (…) que provocaron la destrucción de las estatuas de quienes lucharon en el bando de la Confederación durante la guerra civil. Biden también acabó con un proyecto para construir el monumento “Jardín nacional de los héroes de EEUU” con el cual se pretendía homenajear a norteamericanos que se habían destacado en el servicio a su nación. Una clara señal de que la memoria de  los héroes no será protegida por la autoridad pública como se merecen.

Incluso, hace pocas semanas atrás, se cumplió el bicentenario de la muerte de Napoleón. Hasta hace pocos años atrás casi ningún historiador simpatizante de la Revolución Francesa osaba levantar objeciones contra esta figura que se auto definía como “la Revolución a caballo”, pues la exportó a toda Europa y desde allí a buena parte del resto del mundo civilizado de entonces.

Este año, el Presidente Macron tuvo que hacer de equilibrista para conmemorar el bicentenario de Napoleón, argumentando que no era una celebración sino una conmemoración.

Este proceso de desafección hacia los héroes patrios en realidad viene de larga data. Él fue denunciado en la década de los 80’ por la Sociedad Española de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad, en un famoso libro titulado “España Anestesiada sin percibirlo, amordazada sin quererlo, extraviada sin saberlo. La Obra del PSOE”.

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En la obra se denunciaba que: “cuando una gran parte de las clases dirigentes, y de los que accionan las palancas decisivas de la información, se mueven con mayor o menor ímpetu en el rumbo trazado por el relativismo, no es de extrañar que tiendan a volverse incomprensibles las grandes figuras que marcaron nuestra Historia.

“Un pueblo sin principios y con una tendencia cada vez mayor hacia lo trivial, quedará a merced del único criterio de certezas que el relativismo le deja: la consonancia casi instintiva con lo que cree ser la orientación irresistible de la mayoría. Es el consenso transformado en ídolo ante el cual todo se sacrifica.

“Este es el criterio supremo e inapelable con el que están siendo sometidos a proceso los héroes de nuestra Historia. Arrancados del contexto en que vivieron los van llevando denigrados, deformados, inexplicables ante el jurado de los hombres de buena voluntad.

Este relativismo consensual, en virtud del cual, ninguna doctrina es verdadera, ningún acto de generosidad es auténticamente desinteresado, ninguna acción es bella ni buena, sino en la medida en que que cada sujeto la considera así, acabó el sustentáculo psicológico para reverenciar a los héroes patrios.

Es el triunfo del subjetivismo, donde no hay ni verdad, ni bondad, ni belleza.

El mismo fenómeno afectó el amor a los padres y a las relaciones de la familia. Lo que otrora era común a todas ellas era la obediencia, el respeto y el cariño de los hijos en relación a sus padres.

Cuando a los menores de edad se les empieza a enseñar sus derechos antes que sus deberes, cuando ellos no pasan de uno por familia, ellos comienzan a ser tratados y a sentirse como el centro del panorama familiar. Y, de ahí, a la falta de reverencia a los padres hay muy poca distancia.

Lo mismo ocurre con la población de un país, cuando sólo se les habla de derechos, y nunca de sus deberes, cuando todo es exigencia y nada es dar de sí, cuando se pierde la verticalidad de las estructuras y todo pasa a ser horizontal e igualitario.

Entonces, por consecuencia inevitable, comienzan a ser bajados de sus pedestales aquellos héroes que marcaron la historia de las naciones. Su presencia molesta e incomoda a quienes no quieren ni héroes, ni santos, ni ángeles.

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Ello es lo que explica, por ejemplo, que tiempo atrás la Catedral de Santiago haya sido profanada durante la Misa en que se festejaba a Santiago Apóstol. Los mismos profanadores de la acción más sagrada, que es la Misa, atentaron en la misma ocasión contra el monumento en que se conservan los corazones de los héroes de la Concepción y que se encuentra a la entrada del templo, exigiendo la aprobación inmediata del aborto.

Con ese espíritu no van los héroes.

Para honrar a los héroes hay que abandonar el relativismo. Hay que creer en la verdad, en la bondad y en la belleza de Aquel que dijo de Sí mismo: “Yo soy el camino, la verdad y la Vida” (…) “Sin Mi nada podéis hacer.”

Arturo Prat fue un hombre de profunda Fe y de arraigado espíritu familiar, de ello dan cuenta todas las biografías escritas sobre el personaje. Pero no se crea que estas cualidades eran características de pocos jóvenes de la época. Al contrario, era común poseerlas y constituía excepción desafortunada un hijo que fuera descreído en materia de fe e infiel en sus obligaciones de esposo o padre de familia.

Una sociedad así produce héroes con facilidad. El curso del Capitán Arturo Prat es llamado el curso de los “héroes” pues, buena parte de sus compañeros se destacaron con gloria en las acciones bélicas o en la vida pública posterior.

Al respecto del ánimo de los héroes de una nación y ya que nos referimos a Santiago Apóstol el mismo libro de la TFP española comentaba:

“¿Cómo podrá, por ejemplo, conservarse incólume en una España ecuménica la devoción a Santiago Apóstol? Trae demasiadas reminiscencias de la vocación providencial de España, bendecida desde sus albores por la propia Madre de Dios en el Pilar.

“Santiago Patrón de España, Santiago Matamoros, es el mismo símbolo de la catolicidad militante de un pueblo que, después de luchar ocho largos siglos para reconquistar su territorio a los infieles, tuvo espíritu de Fe y encontró en su alma recursos suficientes para lanzarse a los mares y dar un continente nuevo a la Iglesia y a la Cristiandad. Símbolo válido para todas las épocas de nuestra Historia.

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