Esto es normal, pero hay que poner ojo en cómo cambia la rutina y  las necesidades que surgen. Lo natural es que aumenten las horas de juego al aire libre, que cambien la alimentación y el horario y duración del sueño.

Uno de los factores más evidentes que puede afectar la salud de los niños es el calor agobiante del verano. Para ellos que están en constante movimiento y muchas veces bajo el sol, puede volverse un problema. Aumenta la temperatura corporal y el organismo intenta compensar transpirando. De esta forma se pierde más líquido que lo habitual. Aunque el agua no entrega energía, no nos puede faltar porque interviene en numerosas reacciones bioquímicas necesarias para que el cuerpo funcione correctamente.

El principal riesgo es la deshidratación, que tiene diferentes niveles pudiendo ser grave y transformarse en una urgencia con peligro de muerte.  Las más expuestas son las guaguas de hasta 6 meses porque su piel es más delgada y un 70% de su cuerpo está compuesto por agua. A medida que crecen el promedio de agua de su cuerpo va disminuyendo. En los niños entre 1 y 12 años, el porcentaje llega a un 60% del peso y por eso pierden proporcionalmente menos agua que un lactante. Sin embargo sigue siendo fundamental reponer los líquidos perdidos.

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La sensación de sed es la que nos da la alerta de que falta líquido en el cuerpo. En el caso de las guaguas, que no pueden expresarla claramente, lo que se aconseja en los días de más calor, es darles leche con mayor frecuencia, ya sea pecho o mamadera, ojalá cada 3 horas. “No hay que forzar pero sí ofrecer constantemente. Incluso despertarlos para alimentarlos porque a veces el calor los hace dormir más. Lógicamente lo mejor es ponerles ropa fresca y suelta que prevenga la transpiración excesiva”, dice Angelo Liberona, nutricionista Nestlé Niños Saludables.

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En el caso de los niños mayores que ya tienen lenguaje, hay que preocuparse de que tomen la cantidad de líquido necesario de acuerdo a su edad, estatura y peso. Incluso si no expresan sed. En esta tabla hay una recomendación general.

 

EDAD LITROS POR DÍA  
0 A 6 meses 0,7 Leche materna
7 a 12 meses 0,8 Leche, alimentos y bebidas complementarias
1 a 3 años 1,3 0,9 lts. en líquidos, el resto en alimentos
4 a 8 años 1,4 1,2 lts. en líquidos, el resto en alimentos
9 a 13 años 2,1 a 2,4 1,6 a 1,8 lts. en líquidos, el resto en alimentos

No es fácil saber si un niño está deshidratado, pero si se nota menos activo que lo normal o por el contrario, muy inquieto,  con la boca y los ojos resecos, hace poco pipí y la orina es muy oscura o incluso si llora y tiene pocas lágrimas, hay que preocuparse porque estos son algunos de los síntomas más frecuentes de deshidratación.

En cuanto a qué tomar, la recomendación es beber principalmente agua. Es aconsejable acostumbrar a los niños a tomar este líquido tal como sale de la llave, sin adicionar nada. Es mucho más saludable que cualquier bebida azucarada. Sin embargo,  esta época estival es perfecta para aprovechar la gran variedad de frutas en jugos y batidos o saborizar el agua con rodajas de fruta como naranja, limón, pepinos o la que le resulte más atractiva.

Las comidas también aportan agua, dependiendo de los ingredientes con que han sido preparadas. Entre los alimentos que tienen mayor cantidad de agua están: el pepino, la manzana, el apio, el tomate, el pimentón verde, el melón, la sandía, las cerezas, las frutillas y los cítricos como el limón, la naranja y el pomelo. La leche también es un producto muy rico en agua.

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5 síntomas que pueden indicar que un niño está deshidratado

1.-Boca, labios, lengua y garganta seca o con saliva más densa de lo habitual.

2.- En niños pequeños se pueden observar llantos sin producción de lágrimas y una menor frecuencia en orina o cambio de pañal.

3.- También puede observarse piel seca, irritabilidad e incluso somnolencia y mareos.

4.- En casos graves de deshidratación en bebés, pueden presentarse ojos y partes blandas del cráneo (fontanela) de aspecto hundido.

5.- En niños un poco más grandes se puede identificar si hay: Sensación de sed extrema, orina de color más concentrado, fatiga y somnolencia.

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