En el marco del proyecto “Incremento de la productividad del cultivo de papa” financiado con fondos FNDR del gobierno regional del Biobío y que ejecutó INIA, no solo se logró cuadriplicar la productividad, sino que permitió una interacción con productoras y productores, con destacadas historias de vida como la de las hermanas Trangulao.

“Ese lo compramos en conjunto con la familia. Cuando la Conadi nos entregó el terreno, no venía solo, sino que tenía bosque. Se vendió el bosque y nos repartieron la plata con todos los socios de la comunidad (…) nos entregaron la plata y mi papá nos dijo que teníamos que comprar un tractor”, señaló la mujer mapuche oriunda de la provincia de Arauco.

“¿Quién lo iba a manejar? no tenía idea, pero teniendo el tractor ya era un adelanto”. Fue así que, un vecino-amigo le enseñó a manejar la máquina. Primero a uno de sus sobrinos de tan solo 7 años y así “entre mirando y metiendo mano”, Alejandra aprendió lo básico.

“No sabíamos manejar nada, no teníamos vehículo, con suerte una carreta. (…) como no había nadie, tuve que hacerle empeño en seguir trabajando en el tractor y me gustó después la pega. De salir al aire libre, de andar más en el campo”, agregó la hermana mayor de la familia de 5 hermanas.

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Pero, no fue fácil. Luego de aprender, no todos querían contratarla. Ella se sintió discriminada por ser mujer. “Pensarán que uno no sabe trabajar o por ser machistas nada más (…) Los otros decían: “¡oh, una mujer trabajando!” y de a poco fueron acostumbrándose a que una mujer fuera tractorista (…) me decían así no más ¡bien, bien! La gente de afuera”; explicó.

Fue así como, pese a sentirse excluida, siguió adelante. Y “con pegas chicas”, como relata, sacó adelante a su familia. “Yo me siento mejor arriba de un tractor, me siento como, más fuerte arriba de un tractor, porque cualquier mujer no se sube arriba de un tractor y menos a hacer las pegas por fuera”; contó.

Linaje Trangulao y fuerte presencia femenina

El linaje mapuche de esta familia viene de varias generaciones. La mamá de Alejandra, Clorinda Neculqueo, cuenta que su papá se dedicaba a la artesanía en mimbre. En familia recolectaban y preparaban los materiales.

“Salían a buscar por arriba del río los mimbres (…) íbamos a Purén allá (…) y lo enviaba en tren, por equipaje, y de ahí lo iban a buscar por acá en Peleco a la estación en carreta. Mi mamá lo ayudaba. Pelaba los mimbres con la cuchara”, señaló la matriarca Trangulao.

Luego de casarse, la señora Clorinda siguió en la artesanía, pero siempre ligó su trabajo a la tierra. Pero la vida en el campo no siempre les resultó económicamente viable y tuvieron que emigrar a Santiago, donde se desempeñaron como asesoras del hogar. Sin embargo, mediante la Conadi obtuvieron el terreno que hoy habitan y que les permitió comprar el tractor.

“Veníamos del asentamiento… y en eso nos vinimos de Paicaví chico a Paicaví grande (…) y ahí empezamos a trabajar en comunitario. Ahí yo criaba chanchos, criaba pollos”, explicó la señora Clorinda.

El trabajo de estas mujeres consiste principalmente en la crianza de ovejas, gallinas, cerdos y vacunos, en establecimientos de cultivos como el de lupino, trigo, avena, papa, entre otros; a lo que se suman sus respectivas labores de preparación de suelo, fertilización de cultivos, cosechas, postcosechas y comercialización.

Apoyo INIA

Estás mujeres se vieron beneficiadas por el proyecto “Transferencia incremento de la productividad del cultivo de papa” financiado con fondos FNDR del Gobierno Regional, en la provincia de Arauco que llevó a cabo INIA Quilamapu. Esto mediante su experiencia en el cultivo de papa consumo y su comercialización. Por otro lado, el uso y mantención de un tractor de propiedad familiar, que les permiten desarrollar una agricultura mecanizada.

“Es un ejemplo que mujeres tengan un cultivo de primera, prácticamente sin intervención masculina (…) Ellas abren un camino y una nueva puerta en la agricultura, específicamente. Y están sirviendo como un ejemplo, que otras van a querer tomar y seguir”, señaló Marcelino Claret, director INIA Quilamapu Ñuble y Biobío.

Entre los logros alcanzados por las mujeres de la familia Trangulao, se puede contar: capacitarse de forma completa en la producción de semilla, incorporación de papa semilla certificada C1 en sus cultivos y la generación de semilla C2, obtener la certificación de semillas de papa otorgada por el SAG, modificar su bodega incorporando trojas y una ventilación adecuada para el almacenaje, participar de giras tecnológicas y conocer la realidad de otros productores paperos del país, entre otros.

 

Pero, no fue fácil. Después de aprender, no todos querían contratarla. “Pensarán que uno no sabe trabajar o es por ser machistas nada más…, pero de a poco se fueron acostumbrando a que una mujer fuera tractorista”, indicó.

Pese a la discriminación inicial, siguió adelante “con pegas chicas”, para sustentar a la familia. Tras varios años, la situación ha cambiado. “Yo me siento mejor arriba de un tractor, me siento más fuerte”, contó, tras reconocer que la llaman desde distintos sectores de la comuna, y que es reconocida como la mejor de la zona.

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La vida de la familia Trangulao ha dado un giro en el último tiempo, regresando a sus raíces y desarrollando la agricultura y, con ello, sintiendo el reconocimiento personal y del trabajo del campo.

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