Por Juan Antonio Montes Varas
Director Acción Familia
Es probable que Ud. tenga algún hijo o nieto, o quizá algún amigo conocido, que haya rendido el mes pasado la prueba de selección universitaria, más conocida como la PSU. Los que obtuvieron buenos resultados ya deben haber hecho las debidas postulaciones o se encuentran aun buscando las mejores opciones para comenzar sus estudios universitarios.
Sin embargo, dado el carácter nacional que tiene, nos pareció interesante hacer una evaluación de esta prueba con Ud.
Digamos en primer lugar que la PSU, a muchos títulos, es una especie de “juicio final” anual.
Los primeros a ser “juzgados” son naturalmente los estudiantes que la rinden. Sus puntajes revelará el nivel de conocimientos que adquirieron en sus años de estudio secundario.
En segundo lugar, los institutos de educación también son “juzgados”, pues la PSU proporciona una radiografía de cuáles son los que obtienen mayor cantidad de alumnos con buenos resultados y cuáles los que quedan rezagados en el ranking de puntajes.
Y, por último, el propio sistema educativo controlado por el Estado es juzgado de acuerdo a sus resultados. A mayor cantidad de puntajes malos, más mediocre es la calidad de educación en el País.
Por todas estas razones, la Prueba de Selección Universitaria atrae el interés de todos los chilenos y sus resultados normalmente son objeto de análisis.
El “fallo” de este año 2016 no fue benévolo para nadie.
En primer lugar, fue adverso para los estudiantes. De acuerdo con información de prensa, 131.694 que cursaron la prueba no lograron alcanzar los 500 puntos, Es decir, cerca del 50% reveló tener conocimientos por debajo de lo requerido siendo, que 84.310 de entre ellos, obtuvieron menos de 450 puntos.
Los resultados tampoco fueron estimulantes para los colegios. En primer lugar porque si bien este año se registraron 163 puntajes máximos (más del doble del año pasado), se trata de la segunda cifra más baja de puntajes nacionales durante la última década. Pero, lo que provocó más consternación pública fue el hecho de que varios colegios conocidos como “emblemáticos”, hayan bajado también sus resultados. El más “emblemático” de todos, el Instituto Nacional, el colegio público más antiguo de Chile y el que garantizaba la ascensión de estudiantes provenientes de una clase media, obtuvo este año 8 puntajes máximos, pero el promedio de resultados de sus alumnos lo colocaron en el lugar número 101 del ranking de establecimientos, el más bajo de su historia.
Pero, no caben dudas de que la Reforma Educacional fue quien obtuvo el juicio más lapidario en esta PSU. Esta reforma se impuso con el pretexto de mejorar la “calidad educativa” de los colegios públicos. Y fueron precisamente ellos los que peores resultados alcanzaron.
En segundo lugar, aumentó aún más la brecha entre los colegios particulares pagados y los municipales, que eran “la gallina de los huevos de oro” de la educación pública. O sea, el tiro salió por la culata para una reforma que aspira alcanzar el fin de la selección y obtener una educación lo más igualitaria posible.
La alarma fue tal, que una carta firmada por varios parlamentarios del propio Gobierno y de la oposición pidieron reponer la selección en estos colegios. Así, al mismo tiempo que comienza el fin de la selección, se estudia reponerla.
Naturalmente, todos estos malos resultados no fueron fruto del azar.
De acuerdo a información publicada en la prensa, “los estudiantes del Instituto Nacional que dieron la PSU este año ingresaron al establecimiento en 2011 y les tocó vivir la parte más intensa del movimiento estudiantil, que hizo que estuvieran 134 días en paro ese año. Pero en los años siguientes continuaron movilizándose y, en total, estuvieron 259 días en paro. Esto equivale a 13 meses de clases, o a decir que dejaron de recibir uno de cada cinco días de enseñanza formal”.
Frente a este atentado contra el derecho de educación de los alumnos, la autoridad edilicia de ese entonces, señora Carolina Tohá, declaró que,” vamos a respetar movilizaciones donde los alumnos se hagan responsables y haya votaciones válidas y con quórums adecuados. En ese caso vamos a excluir el desalojo”. Tal declaración, como no podía dejar de ser, terminó envalentonando aún más a la camarilla de agitadores del colegio.
Conviene recordar al respecto del carácter ilegal de estas tomas, que la Corte Suprema ya se había manifestado en fallo del año 2014, en el que señaló, “la toma de una escuela es, por definición, un acto de fuerza que no constituye un medio legítimo de emitir opinión ni forma parte del contenido del derecho a manifestarse”.
El más alto tribunal de justicia, concluyó que “en este caso, vulnera el derecho de los estudiantes a recibir educación, y el de sus padres, de que ésta les sea impartida a sus hijos”.
A lo anterior, se debe sumar otra causa de los malos resultados nacionales de la PSU, que pareciera no tener una relación directa, pero indudablemente que se suma a las descritas. Es el aumento sostenido de los niveles de drogadicción entre los estudiantes de nivel básico y secundario.
Según cifras del último Estudio Nacional de Drogas en la Población Escolar del Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (Senda), publicado este año, se detectó que el consumo de marihuana en escolares llegó a un 34,2% a nivel nacional, de un total de 54 mil estudiantes entre 8° básico y 4° medio encuestados en colegios municipales, subvencionados y particulares
Al respecto, el médico siquiatra Juan Vukusic expresó que “el tema de la marihuana ha subido tanto y casi exponencialmente, básicamente desde que empezó esta campaña de decir que la marihuana no hace nada malo (…) Los padres están menos asustados o consideran que los niños fumen marihuana no es tan malo”.
Como se ve, todos los involucrados en la educación, desde los propios padres, que son los primeros educadores, hasta las autoridades gubernamentales que se han propuesto transformar la educación, han salido mal parados con este “juicio”.
Todo este cuadro sumado, es claro que los más perjudicados son los propios jóvenes estudiantes, los cuales están siendo sometidos a una especie de experimento social de carácter ideológico, que compromete seriamente su futuro. Y quien dice el futuro de los jóvenes, se está refiriendo al futuro de Chile.
Señal de que es necesario cambiar de rumbo, volviendo a lo sensato, es decir a que cada uno debe cumplir con las responsabilidades que le son propias. En una palabra, volver al orden cristiano.
En esto nadie tiene un papel más destacado que los propios padres de familia. Son ellos los que traen los hijos a la vida, y en cuanto tal, es a ellos que les compete, en primer lugar, su educación. Los cimientos de cualquier educación, más que los conocimientos técnicos, de los cuales se encargará el colegio, es la enseñanza y la práctica de las virtudes morales en familia.
El ejercicio de la honestidad, del sacrificio por los demás, del respeto mutuo, de la pureza que debe emanar de las paredes domésticas, todo este conjunto de virtudes, será un buen propósito para comenzar este año 2017.
Es lo que le proponemos a Ud., como padres, abuelos y educadores, junto con desearles una año lleno de bendiciones de la Santísima Virgen, modelo de Educadora, de esposa y de Madre.
Nos encontraremos la próxima semana.
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