Por Juan Antonio Montes Varas Director Acción Familia

Esta semana tuvo ocasión la presentación del próximo gabinete, acompañado del Presidente electo.

En este programa consagrado a la familia, no nos vamos a referir al aspecto político de su composición, de eso ya se ha hablado mucho. Queremos destacar otra circunstancia, de la cual muy poco se ha hablado: La imagen que quiere proyectar el Poder Político.

Todo el País presenció a este conjunto de personas que posan delante de un pequeño público que los acompaña.

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Si alguien no supiera de qué se trata la imagen podría representar la premiación de un curso universitario o, a lo máximo, la celebración del término del año por parte de estudiantes que han hecho esfuerzos para presentarse un poco mejor que todos los días.

Nadie diría que es el conjunto de Ministros de Estado, acompañados del Presidente de una República que se precia por su historia y pasado.

No hay nada de protocolo, ninguna señal exterior que indique la gravedad de la responsabilidad que cada uno de ellos pasará a desempeñar en breve. Ni siquiera una corbata que le confiera una cierta respetabilidad a los próximos cargos.

Quizá algún oyente nos objete que en eso no hay nada de malo. Que, al contrario, son los nuevos tiempos que traen nuevas formas de presentarse que, por lo tanto, más que criticar hay que acostumbrarse.

A nuestro obejetante le respondemos que las cosas “nuevas” deben pasar por el análisis de la razón, antes de ser aprobados. De lo contrario, se debería aceptar todo lo nuevo por el sólo hecho de ser nuevo. Lo que contraría la razón y la experiencia, consagradas por el conocido refrán: “más vale malo conocido, que bueno por conocer”.

Pasemos entonces al análisis de la puesta en escena del nuevo Gabinete.

En primer lugar es necesario considerar que el poder siempre distancia del conjunto de los mandados. De ahí la expresión, “la soledad del Poder”. Ella se refiere que para mandar, debe existir una cierta distancia entre el que ejerce el mandato y el que es mandado.

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Ejemplifiquemos. Imagine Ud. el rector de un colegio, que para aparecer más cercano a los alumnos, se vista con el mismo uniforme, emplee el mismo vocabulario, juegue la mismas pichangas y llegue igualmente atrasado al colegio. ¿Ud. cree que este supuesto rector estaría haciendo un favor a sus alumnos? ¿o los estaría perjudicando?

Obviamente que los estaría perjudicando pues los alumnos deben ver en la principal autoridad de su establecimiento educacional algo parecido con lo que él deberá ser de adulto.

Lo mismo ocurre en una familia: Si el padre se viste con un poleron de oso Infantil con lunares, o con un Pelucho panda de polar para Bebe, o con una jardinera infantil de conejo; el niño sufrirá una confusión psicológica, pues verá a su padre vestido como un hermanito menor. Y esto, lejos de ser “inclusivo” es la privación de la imagen que el niño debe tener del padre.

Así podríamos ejemplificar con todos aquellos que están consagrados a ejercer un papel de autoridad en la sociedad.

Estos no deben rehuir al fardo de la responsabilidad, diluyéndolo con la apariencia de menores de edad que participan de un paseo.

Al contrario, deben adquirir, sin nada de teatralidad, algo de la seriedad innata del cargo que ejercerán.

Si se compara esta fotografía de la presentación del Gabinete Boric, con las fotografías oficiales que hasta los últimos gobiernos se presentaban, vemos un cambio de mensaje. Un mensaje tanto más claro que ni los carabineros que custodiaban el evento pudieron concurrir de corbata.

En definitiva la ceremonia de presentación de Ministros nos quiso indicar que nada es serio ni grave; que nada se debe prohibir y que lo importante es la espontaneidad de las personas. Algo parecido a lo que los revolucionarios de la Sorbonne proclamaban: “Prohibido prohibir”.

Al respecto de esta creciente “infantilización del poder” opinaba Antonio Cortés Terzi, en la publicación del centro de estudios sociales Avance, del PS.  “En suma, la intelectualidad criticista levanta un discurso que colabora a la reproducción de una infantilización objetivada de la sociedad chilena. Puerilización que se manifiesta en la perentoriedad de las demandas (como la de los niños en los malls), en altos grados de irresponsabilidad respecto de lo societario, en el hedonismo primario, en incapacidad para construir juicios propios, etc.

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“La política, como está dicho, lejos de combatir esa infantilización, se adapta a ella, entra en su círculo lúdico. Con un mínimo de lucidez uno puede descubrir con cierta facilidad lo mucho de niñerías que tiene la política criolla: mentiras fantasiosas e ingenuas; teatralidad de infantes; vocabulario y lenguaje ínfimo; interminable repetición de los mismos cuentos; gestualidad de niños imitando a los mayores, etc. Rasgos que, en definitiva, son en gran parte reflejo de comportamientos sociales expandidos y cotidianos. Así, sociedad masiva y política son simultánea y recíprocamente víctimas y victimarios de esta puerilización.”

La opinión, viniendo de un admirador de Antonio Gramsci no deja de ser interesante.

Pasemos a otro aspecto de la fotografía que llamó la atención. Dos futuras Ministras concurrieron con sus hijos a la toma fotográfica. Nuestro objetante podría decirnos que estamos haciendo una crítica unilateral, pues no vemos que la presencia de esos niños demuestra que será un Gobierno provida.

Nada más lejos de la realidad. Tanto las Ministras que concurrieron con sus hijos, cuanto la totalidad de los presentes en la ocasión, son abortistas. Esos niños, por lo tanto, fueron una excepción a la regla. Ellos tuvieron la suerte de poder nacer, no por el ejercicio de un derecho fundamental, sino por un capricho de sus gestantes.

Tanto es así, que mientras una de la Ministra toma del brazo a su hija, en el otro brazo luce un pañuelo verde, símbolo de las abortistas, casi como diciendo: a esta hija la cuido, pero soy favorable a que Ud. asesine al ser indeseado que tiene en su vientre.

En resumidas cuentas, lo que quiso mostrar esta ceremonia fue una infantilización del poder y una proclama del aborto.

Podrá ser nuevo, pero, desde el punto de vista de la doctrina católica y de la institución de la familia, no nos parece bueno.

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