Por Juan Antonio Montes Varas

Director Acción Familia

Mientras se apagan los últimos focos del llamado “incendio del siglo”, se hace ver un defecto moral que es endémico y que se le conoce como “el pago de Chile”, o el vicio de la ingratitud delante de los favores recibidos.

Delante de los admirables gestos de generosidad que tuvieron lugar durante el período más crucial del fuego devorador, que amenazaba no detenerse, hoy conocemos las reacciones de ingratitud, por parte de muchos, lo que nos permite tratar del caso, por así decir, al calor de los hechos.

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La semana pasada la Sra. Lucy Avilés de Walton, quien financió la venida del avión SuperTanker desde su casa en Denver,  declaró a la prensa: “Estoy más tranquila.”

La noticia informa que: “La noche anterior, la chilena que financió parte de la estadía inicial del avión SuperTanker en el país, escribió en su cuenta de Facebook para calificar como “repugnante” la afirmación del ministro del Interior, Mario Fernández, en cuanto a que la primera oferta de la empresa Global SuperTanker para arrendar el Boeing 747 por US$ 10 millones era “bastante alta”.

“No estoy politizando. El que dé una opinión, como cualquier persona, no significa nada”, explica. Sobre su exposición mediática, Avilés advierte que ha sido hostigada a través de las redes sociales, y que frente a eso “hubo que hacer un llamado de atención, porque hay cosas que ya no puedo dejar pasar”.

El periodista le pregunta: “-En el caso de que el Gobierno hubiese aceptado el servicio, pero hubiese admitido que no tenía dinero, ¿usted igual hubiese realizado la donación a través de su fundación Viento Sur?

Y ella responde, “Yo me aferré al llamado que hizo el Gobierno de pedir ayuda internacional. Con gobierno o sin gobierno, lo hubiera hecho igual. Quiero dejar en claro que no es un tema político. Frente a las noticias y poca reacción que había, me comuniqué con un amigo y me contacté con la empresa. Voy a seguir ayudando igual, porque sigue la reconstrucción, pese a lo ingrata que ha sido la gente”.

La última pregunta de la entrevista telefónica fue-“¿Qué conclusión hace tras el fin de las operaciones del avión SuperTanker en Chile?

A lo que la Sra. Avilés confidenció: “Esto ha tenido un costo familiar y emocional muy alto. Me han tratado mal a través de las redes sociales. Ya no sé qué hacer, estoy realmente aburrida”.

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Lo que la Sra. Avilés de Walton, quizá ignore, es que este “maltrato en las redes sociales” y el poco caso que le otorgaron las autoridades nacionales a su generoso gesto de financiar la venida del avión SuperTanker para combatir los incendios, constituye una mala reacción, aunque muy generalizada, de quienes reciben un favor.

Si fuéramos a analizar las razones que están detrás de esa ingratitud, veríamos que ella corresponde a un vicio moral que existe en todas las personas concebidas en pecado original, y, por lo tanto, en todos los hombres, de todas las latitudes, y no sólo en los chilenos.

¿Cuál es ese vicio moral?

Para comprender mejor el mecanismo de la ingratitud, veamos primero lo que caracteriza a la persona que es grata con relación a aquella de quien recibió un beneficio.

En primer lugar, ella valora el bien recibido –sea cual fuera su naturaleza- pues lo propio del agradecido es apreciar lo que se recibe. En segundo lugar, ella considera la generosidad de quien se lo otorga, pues siempre que alguien hace un buen acto en relación a su prójimo está posponiendo sus propios intereses. En tercer lugar ella manifiesta esa gratitud por gestos de reconocimiento, proporcionados al don recibido, y, por último, ella mantiene esa relación de gratitud que consiste en un deseo de reciprocidad, por donde ella se reconoce en deuda y desea ser igualmente generoso para quien se  la otorgó.

Esta actitud genera, entre los que dan y los que reciben, relaciones de dependencia impregnadas de caridad, y esa dependencia naturalmente, genera desigualdades armónicas y naturales entre unos y otros, análogas a las relaciones que existen en la familia entre los padres (que todo dieron) y los hijos (que todo recibieron).

El vicio moral de los ingratos esta precisamente en no querer reconocer esa dependencia y las desigualdades naturales que ella crea entre las personas, calificándola despectivamente de “paternalismo”.

Como ellos no quieren reconocer superioridad en nadie, no quieren tampoco que nadie le deba nada a nadie. Todos perfectamente autosuficientes y autónomos en un mundo de seres absolutamente iguales. Ese es el paraíso de los igualitarios, resumido en el refrán de la Revolución Francesa: Libertad, Igualdad, Fraternidad. Como fraternidad todavía tiene un sabor cristiano, ellos prefieren hablar de “solidaridad”, que sería un quimérico apoyo mutuo entre iguales.

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Pero ese mundo supuestamente solidario haría imposible la predisposición psicológica para el ejercicio de la caridad entre las personas. Pues, si todos fuésemos realmente iguales en todo, entonces nadie podría ayudar en nada a su prójimo. Y un mundo sin caridad es un mundo inhumano, peor aún, un mundo que no es cristiano.

Conociendo este vicio moral, el gran Santo Vicente de Paul,  apóstol incansable de la ayuda a los más necesitados en pleno siglo XVII, fundador de hospitales, asilos y de la Congregación de las Hijas de la Caridad, le decía sus hijas espirituales: “Uds. deben hacerse perdonar del bien que conceden”.

O sea, él sabía que muchas veces quienes reciben un bien, en vez de tener esa reacción que mencionamos como características del agradecido, quedan, al contrario, resentidos contra quien se los otorgó.

Más aún, quienes tienen el vicio de la ingratitud, fruto de este anhelo igualitario, lógicamente tienden al ateísmo. El ateo es aquel que no pudiendo decir que él es dios,  cae en el absurdo de decir que Dios no existe y termina odiando la misma idea de un Dios, supremamente generoso que nos dio todo lo que tenemos, y que se define como siendo la propia Caridad.

Las reacciones y “el hostigamiento” que recibió la Sra. Avilés de Walton, por parte de muchos chilenos y de las propias autoridades nacionales, y de las cuales, con justa razón, ella se queja,  están motivadas, en gran medida, por este vicio moral.

La familia, es por excelencia la institución en la cual se debe ejercitar la virtud de la gratitud, pues ella se basa en la generosidad recíproca, tanto de los esposos entre sí, cuanto de los hijos con sus padres. Un hijo que no es grato con su padre, es tan antinatural cuanto un padre o una madre que quieran abortar a su hijo.

Aprovechemos de considerar lo feo que es el vicio moral de la ingratitud, y del cual han sufrido quienes fueron generosos en este incendio, para comprender cuánto es bonita y buena, la virtud contraria: ser agradecidos.

Es lo que hacemos por habernos dado su tiempo en esta audición, y le recordamos que nos volvemos a encontrar en este mismo dial, la próxima semana, también nos puede seguir en www.accionfamilia.org.

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