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Siguiendo el debate sobre la gratuidad en educación superior, he notado que los detractores de la misma invocan con frecuencia a la idea de que, mientras en Chile se busca gratuidad universal, las universidades públicas de países avanzados como el Reino Unido o Estados Unidos se han visto obligadas a cobrar o subir sus aranceles. Esto sería –dice la narrativa– un indicador de que Chile va ciegamente en la dirección contraria a las tendencias globales.

Esto es un artilugio retórico que no resiste análisis. Está mostrado que, al igual que acá, el alza de los aranceles de las universidades públicas y la existencia de universidades con fines de lucro en países como EE.UU. generó una deuda inmanejable (que en 2012 superó el umbral del trillón de dólares), un aumento sostenido de las tasas de morosidad, una larga lista de universidades cerradas, así como movimientos sociales que se erigen para exigir la condonación de deudas (como Conrinthian 15 o Debt Collective).

Entonces, si bien esto no habla necesariamente a favor de la gratuidad, al menos uno se pregunta si, a la luz de estos hechos, podemos seguir mirando al capitalismo anglo-americano como la hoja de ruta o bien, mejor sacamos esos artilugios retóricos de la discusión y nos avocamos a resolver el problema de la educación superior que enfrentamos.

Felipe González López

Académico Facultad de Ciencias Políticas y Administración Pública

Universidad Central de Chile

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