Por Juan Antonio Montes Varas
Director Acción Familia
La Nación chilena tiene una especial relación con la Santísima Virgen del Carmen, cuya Fiesta celebramos el 16 de julio.
Oigamos el texto del juramento del famoso “voto nacional” que se formuló pocos días antes de la batalla decisiva que tendría lugar entre los ejércitos español y chileno: “En el mismo sitio donde se dé la batalla y se obtenga una victoria, se levantará un santuario de la Virgen del Carmen, patrona y generala de los ejércitos de Chile y los cimientos serán colocados por los mismos magistrados que formulan este voto y en el mismo lugar de su misericordia, que será el de su gloria”.
Después de obtenida la Victoria del 5 de abril en los llanos de Maipú, el Director Supremo de la Nación, don Bernardo O’Higgins, mediante Decreto del 7 de mayo de 1818, hizo suyo el Voto del Templo y en forma solemne ordenó la iniciación de los trabajos:
“La Inmaculada Reina de los ángeles, en su advocación de Nuestra Señora del Carmen, fue jurada patrona de las armas de Chile, primero por el voto general del pueblo, por haber experimentado su protección en el restablecimiento del estado que yacía bajo la opresión (…), mediante el esfuerzo del Ejército Restaurador de Los Andes y después del 14 de marzo último por el acto solemne en que concurrieron las corporaciones, y un inmenso pueblo en la santa iglesia catedral, al objeto de ratificar, como ratificaron expresamente (…) aquel juramento ofreciendo erigirle un templo en el lugar donde se diese la batalla, a que nos provocó el general enemigo Osorio: no debe tardarse un momento el cumplimiento de esta sagrada promesa” . Firmado O’Higgins Irisarri.
A pesar de los decretos oficiales, la gratitud de Chile se hallaba lenta en su manifestación. Por eso, con fecha 18 de noviembre de 1819, el Director Supremo don Bernardo O’Higgins y el Ministro de Estado don Joaquín Echeverría, firmaron otro decreto en que instaban a que fueran acelerados los trabajos del templo de Maipú en vista del poco avance de las obras. “El estado de Chile es deudor a la protección de la Madre de Dios bajo la advocación del Carmen, de la victoria de Maipú”, declaraban las autoridades públicas.
Para abreviar la historia, recién a fines del siglo XIX, el 5 de abril de 1892 se efectuó la solemne bendición del primer templo votivo de Maipú, aún incompleto, llamado Capilla de la Victoria. Sin embargo, el terremoto de 1906, y un posterior temblor en 1927, provocaron serios daños en la estructura del pequeño templo. No se planificaron reparaciones hasta 1935, debido a razones económicas. En ese año se creó una comisión para estudiar su reparación.
En el Congreso Mariano de 1942 se hizo mención una vez más, de la ingratitud del pueblo chileno con la Virgen del Carmen: “Ojalá sea ésta la oportunidad propicia para que alguna vez realicemos, en la forma que corresponda al voto de nuestros padres de la patria y de nuestra devoción a María un templo digno de la grandeza de la Reina y Patrona de Chile”.
Y fue sólo en 1974, saliendo el país de los escombros tras vivir una cuasi guerra civil, que -gracias al esfuerzo de las autoridades de la época- se concluyó definitivamente el actual Templo Votivo de Maipú a la Virgen del Carmen, sobre cuyo estilo arquitectónico existen fundadas controversias, pero que al menos está concluido.
Sin embargo el cumplimiento del voto de la edificación de un templo, por más grandioso que éste sea, no es sino un reflejo de aquella disposición de alma que animaba a los católicos que lo formularon.
Esta disposición interior se basa en los fundamentos de la devoción a la Santísima Virgen, como Madre de Dios y especial intercesora entre Él y nosotros sus hijos.
En este sentido creemos oportuno en este mes en que se celebra a la Virgen del Carmen, dar a conocer un trecho del tratado de la Verdadera Devoción a María Santísima, escrito por uno de los más grandes, o quizá el mayor, mariólogo de todos los tiempo, San Luis Grignion de Montfort.
El referido Santo nos dice que: “Así como en la generación natural y corporal concurren el padre y la madre, también en la generación sobrenatural y espiritual hay un Padre, que es Dios, y una Madre, que es María.
Y continúa el Santo mariano explicando los motivos por los cuales debemos ser especialmente devotos de la Madre de Dios. Entre ellos, San Luis Grignion nos enseña que el camino a Jesús por medio de María es el camino más corto.
“Esta devoción a la Santísima Virgen es camino corto para encontrar a Jesucristo. Sea porque en él nadie se extravía, sea porque, como acabo de decir, se avanza por él con mayor gusto y facilidad y, por consiguiente, con mayor rapidez.
“Se adelanta más en poco tiempo de sumisión y obediencia a María que en años enteros de hacer nuestra propia voluntad y apoyarnos en nosotros mismos. Porque el hombre obediente y sumiso a María cantará victorias señaladas sobre todos sus enemigos. Éstos, ciertamente, querrán impedirle que avance, hacerle retroceder o caer, pero, con el apoyo, auxilio y dirección de María, sin caer, retroceder ni detenerse, avanzará a pasos agigantados hacia Jesucristo por el mismo camino por el que está escrito que Jesús vino a nosotros a pasos de gigante y en corto tiempo ”.
Como Ud. puede ver, estimado radioyente, cuando los Padres de la Patria se dirigían a la Virgen del Carmen para colocar en Ella la esperanza del futuro nacional, estaban actuando de modo muy sabio y prudente.
Han pasado ya muchos años de que Chile se consagró a la Virgen del Carmen, lamentablemente no podemos dejar de reconocer que muchos quizás se han olvidado de esa consagración, pero Ella que es Madre no se olvida de sus hijos chilenos. Recurramos entonces en todas nuestras dificultades con confianza y devoción a Aquella de quien nunca se oyó decir que alguno de aquellos que hubiera recurrido a su protección, hubiera sido por Ella despreciado.
Para terminar leamos algunas estrofas del canto que otrora se entonaba en todas las Iglesias del país.
Salve augusta Patrona de Chile
Que arrullaste la Patria al nacer;
Que en tus manos llevaste su enseña
Y a tu lado la has visto crecer.
En las horas de gozo y de duelo,
En los días de guerra y de paz,
Tú la Reina serás de este suelo
Que es tu herencia, tu pueblo y tu altar.
En el rezo del Santo Rosario
Halló Chile su gloria y su paz
Y en los pliegues de tu escapulario,
El emblema de su libertad.
Defensora de nuestras familias,
Tú que apartas el vicio y error
Haz que siempre la Patria te siga,
Por la senda que lleva hasta Dios.
Sed guardiana de nuestras fronteras
Del marino la estrella polar,
Defensora de nuestra bandera
El amparo y la luz del hogar.
