Por Juan Antonio Montes Varas

Director Acción Familia

Teníamos pensado continuar con el tema tratado la semana pasada, pero la irrupción de las marchas feministas y de sus reivindicaciones nos obligan a interrumpir el asunto.

Probablemente Ud. que vio las escenas de la marcha “feminista” del pasado 8 de marzo debe haber quedado con la pregunta que a todos nos salta de inmediato: ¿Es éste es el ideal de la mujer?

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En efecto, forma parte de la mentalidad del ser racional componer un ideal de lo que es ser hombre o ser mujer y por ella llegar a las características que deben componer su perfección.

El libro de los Proverbios del Antiguo Testamento ya nos avisa que es difícil encontrar a esa mujer ideal: “Una mujer fuerte ¿quién la encontrará?”  Y, a renglón seguido, nos da sus características: “Vale mucho más que las perlas. En ella confía el corazón de su marido, y no le faltará ganancia.  Le procura bien y no mal todos los días de la vida. Busca lana y lino y trabaja con diligencia.  Aplica sus manos a la rueca, sus palmas empuñan el huso. Abre su palma al indigente, y extiende su mano al pobre.  Falaz es la gracia y vana la hermosura, la mujer que teme al Señor será alabada”.

Estas fueron siempre las virtudes que se asignaron a la mujer. Veamos ahora cuáles fueron las 10 propuestas de la marcha del pasado viernes:

“1. Fin a la violencia política, sexual y económica hacia mujeres, disidencias sexuales, cuerpos radicalizados, migrantes y comunidades. Denunciamos la justicia patriarcal y racista. (…) “2. “(…) Fin a las AFP. (…) 3. DD.HH. y constitucional a la vivienda digna. Producción social del hábitat en manos de pobladoras y pobladores. Banco de suelos y movilidad. (¿?) 4. Nueva ley de migración con enfoque de derechos y género. (…) Transversalizar el antirracismo en el feminismo. 5. Despenalización social del aborto. Derecho al aborto libre, legal, seguro y gratuito. Reconocimiento de derechos sexuales y reproductivos como DDHH. 6. (…) Construir memoria feminista, antirracista, antipatriarcal, anticolonial y anticapitalista como herramienta para las luchas y resistencias. 8. Fin al extractivismo: No más zonas de sacrificio. Soberanía y autodeterminación de pueblos y territorios en resistencia. Desmilitarización en Wallmapu. Justicia para Macarena Valdés, Camilo Catrillanca y todos los que luchan. 9. Activismo feminista y queer en todos los territorios. Reconocimiento social y tipificación de incitación y crímenes de odio. Programas educativos sobre disidencias sexuales y género en educación y salud pública y privada. 10. Educación como derecho social desmercantilizado. Modelo educativo democrático, no sexista, anticolonial y laico”.

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¿Cuántas de las mujeres que participaron de la marcha sabían que eran éstas sus reivindicaciones?

Difícil responder. En todo caso lo que es claro es la completa oposición entre el ideal de la mujer de acuerdo a las Sagradas Escrituras y el “ideal” de la mujer de acuerdo a las organizadoras de la marcha.

Quizá por eso la Sra. Bachelet, que se ha mantenido tan silenciosa con relación a la brutal violación de los DDHH que afecta a millones de mujeres y hombres en Venezuela, fue, en esta ocasión, rauda en celebrar las intenciones de la marcha: “Las mujeres y las niñas que luchan por la igualdad aún enfrentan críticas. A menudo se les acusa de socavar la tradición, la familia, la cultura y la religión (…). La historia nos demuestra que el temor a desafiar la cultura y la tradición, no deberían impedir el logro de sociedades más justas y prósperas”.

De acuerdo a sus palabras, las marchas significaron un desafío a la religión, a la tradición y a la familia. Y, en esto, ella tiene toda la razón.

Si no es así, ¿cómo explicar que las participantes en la marcha hayan escogido como símbolo de su manifestación el pañuelo verde de las abortistas y el morado de las lesbianas?

Lo que no parecen percibir la Sra. Bachelet ni las incautas que se sumaron a la marcha es que, con esas reivindicaciones, se llegará más pronto que tarde a la ley de la selva, donde manda el más fuerte y despiadado. Y por más que griten y chillen estas mujeres, el hombre será siempre físicamente más fuerte que las mujeres.

Promoviendo este tipo salvaje de mujer ellas no hacen otra cosa que caminar hacia su propio dominio del macho sobre la fémina. Ley que rigió en los pueblos paganos de la Antigüedad y que aún perdura en las culturas mahometanas.

Fue la Iglesia católica, que puso como ideal de perfección femenina a Aquella que es “fuerte como un ejército en orden de batalla”, que puso en un pedestal de dignidad a la mujer. Acabar con ese pedestal es destruir el respeto que se debe a la mujer.

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La misma Iglesia supo valorar los aspectos masculinos del hombre y transformarlo en el ideal del “caballero cristiano”, protector de viudas y desvalidos y que al mismo tiempo estaba pronto para ir a socorrer a los cristianos perseguidos de Oriente.

Hoy, esta neo revolución feminista está desarmando la obra de la Cristiandad. Por un lado masculiniza a la mujer al punto de hacerla perder todos sus atributos verdaderamente femeninos y, por otro, feminiza al hombre, transformándolo en un ente sin fuerza ni convicciones trascedentes.

De este modo se está pretendiendo llegar a una forma de ser ni hombre ni mujer, sino andrógino que es la negación del mandato del Génesis, donde lo primero que se dice de la Creación es que Dios nos creó hombre y mujer: “Y Dios creó al hombre a su imagen. Lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó.  Y los bendijo Dios con estas palabras: « ¡Reprodúzcanse, multiplíquense, y llenen la tierra! ¡Domínenla! ¡Sean los señores de los peces del mar, de las aves de los cielos, y de todos los seres que reptan sobre la tierra!»

Hay en las reivindicaciones del movimiento feminista del pasado 8 de marzo dos claras negaciones a este mandato divino: La promoción del asesinato del aborto constituye un atentado contra el mandamiento de “multiplíquense” y la prohibición del “extracción” de las riquezas de la Tierra, llamado por ellas “extrativismo”, es la negación del dominio del Señorío que los seres humanos están llamados a “dominar” por ser creados a la “imagen y semejanza de Dios”.

Sin entrar a considerar la degradación de las mujeres que se exhiben sin ropas superiores como afirmación de una falsa “liberación”. En mala hora para todas ellas.

Lo que vimos no deja de ser por lo tanto, como lo señaló la Alta Comisionada de los DDHH de la ONU, una rebelión contra la religión. Y cuando el hombre se rebela contra la Ley de Dios, la principal víctima somos nosotros mismos.

Es hora de recapacitar…

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