Disminuir el consumo de cafeína, té, refrescos colas y chocolate, y realizar actividad física son algunas de las recomendaciones.

Definida como una emoción caracterizada por sentimientos de tensión, pensamientos angustiantes y cambios físicos, la ansiedad es una reacción normal y saludable que se activa ante una amenaza o un peligro.

Así lo manifiesta Marcela de la Fuente, psicóloga de Clínica Colonial, quien agrega que se trata de una emoción que todo el mundo ha experimentado en algún momento y que ayuda al organismo a prepararse para hacer alguna cosa importante.

Marcela de la Fuente, psicóloga de Clínica Colonial – www.clinicacolonial.cl

“Es decir, aparece cuando se ha de actuar en una situación que demanda un esfuerzo intenso o sostenido, y sirve para activar y hacer frente a una amenaza o peligro que está ocurriendo en el presente o que puede pasar en el futuro”, explica.

No obstante, afirma que la ansiedad se convierte en trastorno de ansiedad cuando dicha reacción se activa en situaciones habitualmente no amenazantes ni peligrosas o de manera persistente, hasta el punto que interfiere de manera importante en la vida diaria.

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¿A quiénes puede afectar?

La especialista comenta que los trastornos de ansiedad constituyen uno de los grupos de trastornos mentales más frecuentes y que, tradicionalmente, se ha considerado que las mujeres tienen un mayor riesgo que los hombres de sufrirlos.

“Sin embargo, las cifras varían en función del trastorno del que se trate y de la edad. Por ejemplo, cuando se habla de trastorno de ansiedad social, la presencia entre hombres y mujeres es parecida, y en niños y adolescentes la diferencia entre los géneros no es tan marcada como la edad adulta. En cuanto a la edad de inicio, los trastornos de ansiedad se encuentran entre los trastornos de aparición más temprana”, menciona.

Principales síntomas

A grandes rasgos, cuando una persona tiene síntomas de ansiedad nota algunas sensaciones físicas desagradables como, por ejemplo, palpitaciones, taquicardia, sudoración, insomnio, sensación de falta de aire, movimientos constantes, falta de concentración y angustia.

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Esto ocurre porque las situaciones de peligro (real o imaginario) producen reacciones a nivel cerebral y hormonal que activan el cuerpo como si fueran una alarma. Es decir, cuando se detecta una posible amenaza, toda la atención de la persona se dirige hacia dicha situación para huir del peligro y sobrevivir.

“Así, la persona respira más fuerte (para disponer de más oxígeno), el corazón late más rápido (para hacer llegar más sangre a los músculos y al cerebro y tener más glucosa y oxígeno), los músculos se tensan (para estar más preparados para huir o defenderse), los poros de la piel se cierran (para protegerla de posibles lesiones), etc. Paralelamente, se envía información de la alarma a otras glándulas del cuerpo para que liberen hormonas que tienen un efecto antiinflamatorio en los tejidos y órganos, para evitar daño físico. De esta forma, el cuerpo se siente como una olla a presión. Una vez que pasa el peligro o si se tiene éxito a la hora de afrontarlo, o si simplemente la persona se da cuenta de que no hay ninguna amenaza real, la alarma a nivel cerebral se desactiva, el sistema nervioso se reequilibra y el miedo o la ansiedad disminuyen”, asevera la psicóloga de Clínica Colonial.

Marcela de la Fuente señala que esta clase de alteración comprende diferentes diagnósticos, entre ellos, el trastorno de ansiedad generalizada, trastorno de pánico, alguna fobia específica, agorafobia, mutismo selectivo, fobia social y el trastorno de ansiedad por separación.

En cuanto a sus orígenes, indica que los factores de riesgo en los trastornos de ansiedad se dividen en dos grandes grupos: los factores de riesgo predisponentes, que hacen que unas personas tengan más opciones de tener un trastorno que otras (es decir, que sean más vulnerables) y los factores desencadenantes, que hacen aparecer el trastorno. La suma de los factores de riesgo predisponentes y desencadenantes es lo que, probablemente, da como resultado un trastorno de ansiedad. Entre ellos se incluyen el estrés ambiental, genética, personalidad, estilos de crianza y el consumo de sustancias ilícitas.

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Prevención y autocuidado

La especialista destaca que existen varios caminos para reducir el riesgo de sufrir trastornos de ansiedad. Algunas medidas para ayudar a moderar las emociones relacionadas con la ansiedad son: disminuir el consumo de cafeína, té, refrescos cola y chocolate; antes de automedicarse o usar algún tipo de hierbas medicinales, se debe consultar al médico para saber si contienen alguna sustancia química que pueda empeorar los síntomas de ansiedad; seguir una pauta alimenticia saludable; mantener un patrón de sueño regular; evitar el alcohol, el cannabis u otras drogas recreativas; realizar actividad física; y recrearse, cuidarse y tratarse con amabilidad.

Adicionalmente, manifiesta que es fundamental que la persona consulte a su médico en los siguientes casos: cuando siente que se está preocupando demasiado y que eso interfiere en su trabajo, relaciones y otros aspectos de la vida; cuando el miedo, preocupación o ansiedad le causan malestar y resulta difícil controlarlos; cuando se siente deprimida, tiene problemas con el consumo de alcohol o drogas, o tiene otros problemas de salud mental junto con ansiedad; cuando piensa que su ansiedad podría estar vinculada a un problema de salud física; o cuando tiene pensamientos o conductas suicidas.

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