Por Matías Godoy Mercado
Se suponía que 2017 sería un año mejor para nuestra economía. En enero, el Fondo Monetario Internacional (FMI) anunciaba favorables estimaciones sobre el desempeño de nuestro país.
De acuerdo a sus cifras, el país anotaría un crecimiento económico de 2,1%, una décima superior a lo estimado por el mismo organismo en octubre de 2016, lo que elevaba los ánimos de la sociedad. Amparado en el fuerte y constante aumento del precio del cobre que se evidenció desde septiembre de 2016, las perspectivas parecían ser más que favorables. A dicho positivismo se sumó la decisión adoptada en enero por parte del Banco Central, quien redujo la tasa de interés de 3,5% a 3,25% (por primera vez desde diciembre de 2015), en la búsqueda de abaratar los créditos para así fomentar el consumo y la inversión. Hoy la tasa se encuentra en 2,75% y se prevén nuevos recortes. (Comunicado Banco Central).
Con una inflación que finalmente convergió al rango meta de 2% y 4%, reducciones de la tasa de interés parecían no presentar mayores costos en el corto plazo para la economía nacional. Así, con cifras de desocupación relativamente estables, el ente no dudó en fomentar el crédito para así, de una vez por todas, iniciar el despegue.
Lamentablemente, eventos puntuales y desafortunados obligaron a cambiar drásticamente los positivos pronósticos. Durante enero y febrero uno de los incendios más agresivos y dañinos de los últimos 100 años impactó la inversión y la producción, toda vez que Chile vio consumada aproximadamente medio millón de hectáreas forestales. Si bien aún no existe consenso sobre los efectos concretos del siniestro sobre el PIB, sin duda que la destrucción afectó el empleo, la inversión y la producción.
Por otro lado, la paralización de trabajadores de Minera Escondida fue la gota que rebalsó un vaso lleno de preocupaciones. La huelga, iniciada el 9 de febrero y que se extendió por 43 días, generó pérdidas por US$ 700 millones de dólares. Así, al paralizar el yacimiento de cobre más grande del Mundo, la minería chilena logró producir 370.900 toneladas en febrero, cifra ostensiblemente inferior a las 448.100 toneladas de enero y 447.300 de febrero 2016.
Estas contingencias explican los paupérrimos y lamentables datos que dan cuenta del dinamismo económico en febrero. El crecimiento económico del segundo mes del año fue de -1,3%, la peor cifra desde julio 2009, año de crisis económica mundial y posterior recesión. Esta contracción se explica casi totalmente por el sector minero, dado que el sector se contrajo un 17,1%, mientras que el conjunto de otros sectores creció un 0,2%. A la espera de cifras oficiales, los expertos vaticinan que la economía en marzo creció muy cerca del 0%, pudiendo anotar una nueva contracción.
Al respecto el Banco Central se vio obligado a reducir sus expectativas para la economía chilena. El ente rector proyecta que la economía crecerá entre 1% y 2%, mientras que los expertos apuntan a una expansión de 1,6%, similar a la de 2016. La proyección del 2,1% de dinamismo, estimada en enero por el FMI, ya es parte del pasado.
A pesar de todo, las acciones chilenas siguen subiendo de precio. Todos los sectores anotan alzas en la última semana y mes, haciendo que el IPSA anote un avance anual de 18%. Sin embargo, el recorte en el desempeño económico de Chile erosiona el ambiente de optimismo que se sentía al inicio de año, acentuando la tan asqueada incertidumbre que ha marcado la tónica en los últimos años. ¿Seguirá al alza la rentabilidad de los instrumentos chilenos, o a medida que se conozcan más cifras comenzará un proceso de corrección?