Eduard Müller Gilchrist Médico Cirujano UdeC Magister Educación Médica para Ciencias de la Salud-UdeC Docente TNS en Prevención y Rehabilitación en Drogodependencia Instituto Profesional Virginio Gómez.

Por Eduard Müller Gilchrist

Médico Cirujano UdeC

Magister Educación Médica para Ciencias de la Salud-UdeC

Docente TNS en Prevención y Rehabilitación en Drogodependencia

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Instituto Profesional Virginio Gómez

Hablar de las drogas plantea variadas opiniones y posiciones como “uso indebido”, “tráfico” o “legal – ilegal”, lo cual indudablemente polariza posiciones e inevitablemente coloca en discusión la forma de abordar su análisis y modo de tratar desde posturas aunadas para todos los individuos.

Estas sustancias, con un simultáneo efecto psico – orgánico, han acompañado la historia del hombre desde la antigüedad. En sus comienzos, desde lo místico y mágico de su impacto, fundamentalmente en la esfera psíquica del consumidor, y de ahí ligada y reservada solo para el uso de algunos entes y en relación a hitos específicos de la organización social. Con el avance del conocimiento y los descubrimientos de la ciencia, se llega hoy a disponer un cierto “control” para sus usos, y es aquí donde surge la complejidad y la polémica en la forma de hacerlo.

Si consideramos que al hablar de drogas nos referimos a un amplio espectro de productos  con presencia en nuestro diario vivir: desde “alimentos” como es la cafeína y quizás el alcohol, entre muchos otros, “terapéutico” presente en un extenso y variado arsenal farmacológico, “lúdico” mencionando el tabaco como ejemplo; y junto a esto, un enorme listado de productos que comparten suficientemente los grupos recién nombrados pero que corren en el mundo de la ilegalidad desde su producción, comercio, tenencia y consumo.

Para mí, aquí nace un importante dilema e interrogante, ligado a un ámbito hoy legítimamente validado y defendido por la sociedad actual, en cuanto a derechos y libertades en nuestro hacer. Entonces ¿por qué regular y llegar incluso a prohibir respecto a estas sustancias?

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Dejo estas ideas a reflexión, pero aporto con mi opinión. Veo que lo angular es avanzar en tener el máximo conocimiento – educación en todos los aspectos ligados a esta problemática, desde la química del producto con su acción fisiológica – fisiopatológica en el organismo, como así los diferentes ámbitos del saber social para abordar la necesidad de considerar los factores protectores desde la estrategia de promoción y prevención de la salud y, por supuesto también, respecto a principios, valores o ética entre otras materias. Con todo esto podríamos visualizar mejor, como miembros del colectivo humano, la correcta gestión y administración de estos productos droga.

Validar una mayor regulación en todos estos ámbitos avanza, obviamente, en conseguir un mejor control sobre estos productos, disminuyendo así los factores de riesgo sobre la población, que se derivan del consumo y tráfico de ellos. Es especialmente importante el esfuerzo que dediquemos a la contención que podamos hacer respecto a los segmentos más vulnerables de la comunidad.

Lógicamente quisiéramos que nuestros estudiantes no se vean expuestos a ningún tipo de drogas, en especial a las de más daño psico – orgánico; permitiendo así un desarrollo integral y saludable que les permitirá éxito en sus metas, entre ellas la formación profesional que están obteniendo. Para nosotros, como Instituto, este también es un desafío que va de la mano de nuestra visión: “Ser una Institución reconocida por la calidad en la formación de personas comprometidas con la sociedad y el desarrollo sustentable.”

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