Por Juan Antonio Montes Varas Director Acción Familia

Durante muchos años nos acostumbramos a ser top en varias materias con relación a nuestros países vecinos.

Chile crecía más rápido que los otros, tenía mejores rentas per cápita, mayores índices de disminución de la pobreza, más movilidad social, y otros rankings, que nos dejaron orgullosos y que pensamos que durarían para siempre.

Esos rankings se esfumaron como el viento.

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Las informaciones sobre nuestro País que se conocen ahora en el exterior dan cuenta de una realidad muy diferente a la que estábamos acostumbrados.

Durante el año recién pasado, de acuerdo con el World Competitiveness Center, en alianza con la FEN de la Universidad de Chile, el País cayó por segundo año consecutivo en el ranking de competitividad mundial y alcanzó nuevo mínimo histórico, bajando al número 45 entre las 63 economías comparadas.

Sin embargo, hay dos tristes materias en que Chile continúa ostentando rankings. Se trata del índice de divorcios y de hijos habidos fuera del matrimonio.

De acuerdo con el columnista Sergio Urzúa el desmantelamiento de las familias y sus consecuencias en la pobreza y desigualdad son temas que pasan desapercibidos en el Chile de hoy. Su sentencia, “adivine quién paga los costos”, alude a miles de niños y niñas que quedan a la deriva en estos quiebres matrimoniales.

“Cuando se investigan las causas de los bajos rendimientos en los aprendizajes en la educación pública, parece razonable averiguar cuánto inciden estos indicadores y tendencias en el rol fundamental que cumple la familia como primera escuela formativa. Por ahora, en el debate sobre las políticas públicas en educación, la familia queda oculta y prima la recordada frase del Principito de que ‘lo esencial es invisible a los ojos’.

“En Chile, 71.179 causas de divorcio fueron ingresadas al sistema judicial chileno en 2021. La cifra es 34% superior al número de matrimonios del mismo año y representa un alza de 16% respecto de 2019.

“(…) Aquí se alojan los costos que pasan desapercibidos para la sociedad. Desde desórdenes conductuales y comportamientos impulsivos hasta bajos años de escolaridad y menores ingresos como adultos, en promedio, las noticias de un divorcio no son buenas para los niños afectados por el drama”.

A lo anterior, el ex Rector de la Universidad de San Sebastián, Carlos Williamson agrega que: “Chile no solo ostenta el ranking en las tasas de divorcio entre países OCDE, también puntea en el ranking de infantes que nacen fuera del matrimonio: un 75% del total de nacimientos en 2020, siendo el promedio OCDE de un 40%.”

Al respecto de estas cifras, la profesora de la Universidad Católica, Carmen Domínguez declara que “Según los últimos datos publicados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde) -, nuestro país lidera la lista de Estados con mayor cantidad de niños nacidos fuera del matrimonio.

“A pesar de que 1960 sólo el 15% de los niños que nacía en Chile correspondían a hijos de pareja fuera del matrimonio, hoy el ranking de la Ocde nos ubica en primer lugar con 71,1%, según la medición que se tomó entre el año 1995 y el 2014. Sumado a eso, en países como Chile e Irlanda, que le sigue en la lista con un 66,9%, la cifra es tan alta que podría decirse que corresponden a dos tercios de los nacimientos nacionales”.

El mismo estudio cita a Felipe Gálvez, académico del Departamento de Sicología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, quien afirma que “en el país estamos viviendo una ‘desritualización’ del matrimonio como formato, más para tener hijos.

“Hay un desencanto en las grandes instituciones y el matrimonio legal y por la iglesia, se encausa en esto. La gente deja de casarse porque ya no se sienten obligados y a pesar de que, Chile es un país con altas tasas de embarazos adolescente, esto no está ya más asociado al matrimonio como un siguiente paso, como sí lo era hace 10 años”, declaró el académico.

Todos estos análisis dan cuenta de una profunda pérdida de las convicciones que tuvieron, en mayor o menor medida, las generaciones que precedieron a los jóvenes de hoy.

Pero tal pérdida no es sólo en materias de familia. La raíz que explica las conductas de las generaciones más nuevas está fundamentalmente en la perdida de la Fe, a la cual adhirieron sus mayores.

Explicando este fenómeno, que en realidad no es nuevo ni sólo se da en el ámbito nacional, el Profesor Plinio Correa de Oliveira, ya en 1959 advertía en su obra “Revolución y Contra Revolución” que la primera causa y la más profunda del fenómeno revolucionario, se daba en las tendencias de las personas, antes que en las ideas y en los hechos.

Para ilustrar esta realidad, el autor citaba una célebre obra francesa, “El demonio de mediodía”, donde se encuentra una máxima de profunda realidad: “es necesario vivir como se piensa, so pena de, tarde o temprano, acabar por pensar cómo se vive”.

“Así, inspiradas por el desarreglo de las tendencias profundas, decía el Profesor Corrêa de Oliveira, irrumpen nuevas doctrinas. Ellas procuran a veces, al principio, un modus vivendi con las antiguas, y se expresan de tal manera que mantienen con éstas un simulacro de armonía, el cual habitualmente no tarda en romperse en lucha declarada.

Por último, la transformación de las ideas llega hasta la vía de los hechos, “donde pasa a operar, por medios cruentos o incruentos, la transformación de las instituciones, de las leyes y de las costumbres, tanto en la esfera religiosa cuanto en la sociedad temporal”.

En conclusión, los datos de la crisis de la familia nos dan una buena explicación de los hechos recientes ocurridos a partir del 18 de octubre del 2019 en nuestro País.

A medida que Chile crecía económicamente, en los 30 años que fueron violentamente impugnados, nacía y crecía una generación que ya no acreditaba en el esfuerzo individual, en la raíz moral de las instituciones, sino en el éxito fácil y al alcance de la mano, sin compromisos, sin leyes ni reglas, sin obligaciones ni esfuerzos, donde todo se puede “evadir”.

Tal generación, cuyos miembros representaron la casi totalidad de los protagonistas de los atentados delictivos, fue el fruto de una profunda revolución cultural que afectó a la familia.

Las convicciones religiosas que inspiraron la de sus abuelos se fue perdiendo con el tiempo y con los éxitos económicos. La quema sistemática de Iglesias, el atentado a las estatuas de los héroes nacionales, da cuenta de esa profunda revolución cultural y religiosa.

Quizás los aprietos por los cuales estamos pasando nos sirvan para darnos cuenta que embarcamos en un tren equivocado y así podamos comprender con más claridad la sentencia divina: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán (dadas) por añadidura.”

Más que volver a anhelar los rankings económicos, busquemos aquellos que vienen de Dios y de su Justicia, es decir las virtudes morales, las únicas sobre las cuales se puede construir una auténtica sociedad católica y fuerte.

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