Por Juan Antonio Montes Varas

Director Acción Familia

Si hay una ley que siempre se cumple es la de que una vez que cuando se viola el sagrado derecho a la vida, nunca se dan por satisfechas. Las leyes homicidas tienen el mismo apetito que las fieras con sus víctimas. Ellas se ceban hasta devorarlas por entero y sin reparar en “causales”.

Con las leyes de aborto ocurre lo mismo. Ellas comienzan tímidamente poniendo algunas “causales” que justifiquen la matanza de los inocentes. Una vez aprobadas estas, los artífices de la “cultura de la muerte”, exigirán más “causales”. Al final del recorrido, eliminarán cualquier obstáculo para poder matar a los niños concebidos y aún no nacidos. Más tarde aplicarán la misma lógica para los adultos mayores.

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Fue precisamente esto lo que ocurrió el pasado jueves 14 de enero en la Argentina. El presidente de esa nación promulgó la ley de aborto libre. Es decir, la posibilidad de matar sin causa a cualquier niño en su etapa de crecimiento en el vientre de su madre.

A partir de ahora ningún niño concebido tendrá seguridad de poder nacer. Bastará la simple voluntad de uno de sus progenitores para que él vaya a parar a un tacho de basura o para que sea transformado en un elemento de cosmético.

La maldición que las Sagradas Escrituras narran del primer homicidio, el de Caín contra su hermano Abel, se vuelve hacer presente sobre el pueblo argentino que aprobó esta inicua ley.

“Entonces el Señor dijo a Caín: ¿Dónde está tu hermano Abel? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guardián de mi hermano? Y Él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra”. (Génesis 4:9)

Sin embargo, esta ley criminal no sólo ofende a Dios, Autor de la Vida. Atenta también contra la moral católica que desde siempre condenó el aborto como un pecado nefando. Al respecto SS Juan Pablo II declaró: “Ninguna circunstancia, ninguna finalidad, ninguna ley del mundo podrá jamás hacer lícito un acto que es intrínsecamente ilícito”

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Por último, es una ofensa contra la institución de la familia, y, en especial contra la misión de la mujer, llamada a ser quien acoge y forma en su seno a la nueva vida.

Delante de esta iniquidad, que aumentará aún más el número de muertes por aborto en el mundo -más de 70 millones de víctimas inocentes por año- todos los católicos debemos declarar nuestro más enérgico repudio. De acuerdo a la conocida sentencia de un proverbio latino consignado por Publio Terencio Africano:  “Hombre soy, y nada de lo humano me es ajeno”.

Sin embargo, es necesario constatar, junto con una activa participación de los católicos trasandinos contra el proyecto, una ausencia de las más altas autoridades de la Santa Iglesia frente a la embestida de la muerte. En efecto, el más ilustre de los argentinos, el Papa Francisco I, aquel que ocupa el más alto de los cargos que un hombre pueda ejercer en esta vida y cuya voz podría haber sido decisiva para evitar este crimen, de acuerdo a la opinión de muchos argentinos, no estuvo en proporción a la necesidad de realizar una cruzada en contra del proyecto de un Presidente considerado su “amigo”.

Incluso los Obispos argentinos se reunieron con Alberto Fernández y rezaron en conjunto un Padre Nuestro, en vísperas de la aprobación de la ley, sin hacer ninguna mención, ni menos una condenación, al proyecto criminal promovido por su anfitrión. La prensa de ese país informó que: “El presidente Alberto Fernández recibió a la cúpula de la Iglesia que se puso a disposición del Gobierno para colaborar en la emergencia sanitaria decretada por la pandemia del coronavirus (…) La Iglesia se puso a disposición del Gobierno, planteó un firme acompañamiento espiritual y acordó que pondrá a disposición de la estructura del Estado todos los centros de Cáritas y las parroquias para asistir a los que menos tienen.”

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Las autoridades eclesiásticas parecieron olvidar que, mucha más muerte provocará el aborto libre aprobado por su anfitrión, que las eventuales víctimas del virus chino. “Los que menos tienen”, aludidos por los representantes del episcopado argentino, no serán sólo aquellos carentes de recursos materiales, sino principalmente los niños en gestación que pasarán a ser objetos descartables en virtud de la ley de aborto libre.

En sentido opuesto, El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, condenó el hecho, afirmando que “Argentina ‘aprobó el asesinato’ al despenalizar el aborto hasta la decimocuarta semana de gestación e insistió en que, en lo que dependa de él, la interrupción del embarazo jamás será aprobada en Brasil”.

El Presidente de Brasil agregó aseguró que la ley de aborto “es asesinato de una persona indefensa” y concluyó lamentando que ello no ocurrirá en esa nación.

Por su parte, la Comisión de Mujeres de la Cámara chilena la tramitación de proyecto de aborto libre se aprovechó de la aprobación del aborto en Argentina para proponer lo mismo para nuestra nación.

Desde ya, todos aquellos que defendemos el derecho sagrado de la vida, desde la concepción hasta la muerte natural, nos debemos prepara para impedir que tal vergüenza se repita en nuestra querida Patria.

Es nuestro deber de católicos y chilenos, y lo sabremos cumplir.

Para terminar nuestro comentario transcribimos la maldición dada por Dios al primer homicida de la humanidad, Caín de acuerdo a lo escrito en el libro del Génesis.

“Entonces el Señor dijo a Caín: ¿Dónde está tu hermano Abel? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guardián de mi hermano?  Y Él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. Ahora pues, maldito eres de la tierra, que ha abierto su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano.  Cuando cultives el suelo, no te dará más su vigor; vagabundo y errante serás en la tierra”.

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