Carlos Alexis Cuevas Gatica, Habilitado de Derecho.

Por Carlos Alexis Cuevas Gatica;

Habilitado de Derecho.

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Aladino y la Lámpara Maravillosa, es uno de los cuentos infantiles más famosos de Mil y Una Noche, escrito en Arabia el año 1712, que nos relata la historia de un joven pobre de China Mandarina de nombre Aladino, que es reclutado por un hechicero malo que se había hecho pasar por hermano de su fallecido padre, para que este pudiera recuperar una lámpara de aceite de una cueva embrujada que apresaba a todo aquel que entraba en ella, donde el Joven Aladino, luego de enterarse del intento de la traición del brujo, al lograr quedarse con la lámpara, descubre que al frotarla, puede invocar un genio que está dispuesto a concederle deseos; y sin el ánimo de volver a contar en estas líneas el contenido de ese cuento infantil, que de seguro nos leyeron cuando éramos niños, sabemos que Aladino vio cambiada su vida desde el momento que tuvo su encuentro con el genio de la lámpara.

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Siempre se nos dijo desde niños que el hombre, a diferencia de otras especies, puede emocionarse, sufrir o gozar, llorar o reír, construir familia, criar hijos y entregarle valores, pero por sobre todas las cosas, el hombre hace alarde que puede pensar, analizar, razonar, lo que no puede hacer ninguna otra especie, por lo que ya eso nos hace distintos, nos hace ponernos en un plano superior, donde podemos dominar el mundo y enseñorearnos de él, pero desde mi particular punto de vista, a pesar que decimos tener todas esas cualidades, no sé por qué se nos tiene que decir, ya sea por medio de leyes, decretos y reglamentos legales, iglesias o quien sabe que otro estamento de lo que debemos hacer o dejar de hacer, tanto en nuestra propia persona, así como en nuestro entorno, medio ambiente, la utilización de los recursos naturales, etc. Por lo que me parece, que a pesar de toda nuestra supuesta dotación de inteligencia que decimos tener, no somos capaces de manejar nuestros propios actos y alguien tiene que venir a decirnos de qué manera debemos comportarnos.

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Temo que al frotar la lámpara de donde apareciera ese particular genio, que aunque tenga la mejor disposición de conceder mis deseos, tales como que sepamos los hombres tener respeto el uno por el otro, que la igualdad de oportunidades son para todos, sin importar que se tenga más o menos recursos económicos, que la igualdad en dignidad y derechos es algo más que una declaración constitucional expresada por el Estado, que nadie tiene la potestad de quitarle la vida al otro, que los gobernantes no fueron puestos allí para servirse del Estado sino que están para servir a todos, que las policías y soldados están para cumplir su tarea resguardatoria y no para robarse el dinero de todos nosotros y hacer abuso de su poder, que los curas y otros religiosos están para la guía espiritual y no para dar rienda suelta a sus perversiones animales; temo que me diga que ese deseo no lo puede conceder, porque para eso ya contamos con nuestra supuesta inteligencia y razonamiento que decimos tener ¿qué piensa usted?.

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