Por Juan Antonio Montes Varas

Director Acción Familia

En medio de los acontecimientos de violencia ocurridos sin parar desde el mes de octubre pasado hasta el presente, pasó casi desapercibida la promulgación de la ley que regula el cambio de sexo y nombre registral.

Quizá Ud. mismo que nos oye no esté debidamente informado al respecto.

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Para conocer su alcance le comentamos la información que la misma página del Congreso proporciona al respecto.

Le pasamos la palabra al sitio del Congreso:

“¿Qué es la identidad de género?

La ley entiende la identidad de género como la convicción personal e interna de ser hombre o mujer, tal como la persona se percibe a sí misma. Eso puede o no corresponder con el sexo y nombre que figura en el acta de inscripción del nacimiento.

¿Qué se entiende por derecho a la identidad de género?

El derecho a la identidad de género consiste en la facultad de toda persona cuya identidad de género no coincida con su sexo y nombre registral, de solicitar la rectificación de estos.

¿Qué principios reconoce el derecho a la identidad de género?

El derecho a la identidad de género reconoce, entre otros, los siguientes principios:

Principio de la no patologización, que es el derecho de toda persona trans a no ser tratada como enferma.

Principio del interés superior del niño: los órganos del Estado garantizarán a todos los niños, niñas y adolescentes la máxima satisfacción en el ejercicio y goce pleno y efectivo de sus derechos y garantías.

Principio de la autonomía progresiva:  (desde los 14 años) todo niño, niña o adolescente podrá ejercer sus derechos por sí mismo, en concordancia con la evolución de sus facultades, su edad y madurez.

La sentencia definitiva deberá ser fundada. Para resolver, el tribunal deberá tener a la vista los informes que consten en el proceso.

¿Qué es el programa de acompañamiento?

Los niños, niñas o adolescentes cuya identidad de género no coincida con su sexo y nombre registral y sus familias podrán acceder a los programas de acompañamiento profesional ofrecidos por entidades con personalidad jurídica sin fines de lucro, acreditadas por la autoridad competente”.

Hasta aquí la información oficial al respecto de la ley ya promulgada con apoyo de todos los partidos políticos.

De ella se concluye que: Primero: el Estado no reconoce que se nazcan hombre o mujer, cada uno lo decide. Segundo: que a partir de los 14 años un niño puede cambiar su identidad de género a pesar de que los padres se opongan y Tercero: que los adolescentes serán asesorados por organismos sin fines de lucros, entre los cuales podrán estar los lobbies homosexuales.

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Todo lo anterior sería lo propio para suscitar una gran alarma en las familias con hijos menores de edad. Pero no sólo en ellas, también las personas casadas podrán ver disuelto su matrimonio vía “cambio de sexo”. Por último los institutos educacionales deberán adecuar sus criterios de formación, para impedir que los varones continúen pensando que son hombres y viceversa con las alumnas. 

En una palabra, la ley instaura el fin objetivo de la familia.

Como el asunto pasó casi desapercibido, e incluso hubo palabras de “valoración” de la ley por parte de importantes autoridades eclesiales, creemos necesario transcribir algunas consideraciones del reciente – Documento sobre la cuestión de género en educación “Varón y mujer los creó», publicado por La Congregación para la Educación Católica del vaticano.

El documento es extenso como para ser transcripto en un solo programa. Pasaremos a sus partes principales y podremos continuar en el siguiente programa pues su importancia lo amerita y la promulgación de la ley lo hace forzoso.

Pasamos la palabra al documento del Vaticano:

“Se difunde cada vez más la conciencia de que estamos frente a una verdadera y propia emergencia educativa, en particular por lo que concierne a los temas de afectividad y sexualidad. En muchos casos han sido estructurados y propuestos caminos educativos que « transmiten una concepción de la persona y de la vida pretendidamente neutra, pero que en realidad reflejan una antropología contraria a la fe y a la justa razón ». La desorientación antropológica, que caracteriza ampliamente el clima cultural de nuestro tiempo, ha ciertamente contribuido a desestructurar la familia, con la tendencia a cancelar las diferencias entre el hombre y la mujer, consideradas como simples efectos de un condicionamiento histórico-cultural.

En este contexto, la misión educativa enfrenta el desafío que « surge de diversas formas de una ideología, genéricamente llamada gender, que “niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer. Ésta presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer. La identidad humana viene determinada por una opción individualista, que también cambia con el tiempo” ».

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Estos enfoques convergen en negar la existencia de un don originario que nos precede y es constitutivo de nuestra identidad personal, formando la base necesaria de nuestras acciones. En las relaciones interpersonales, lo que importa sería solamente el afecto entre los individuos, independientemente de la diferencia sexual y la procreación, consideradas irrelevantes en la construcción de la familia. Se pasa de un modelo institucional de familia – que tiene una estructura y una finalidad que no dependen de las preferencias subjetivas individuales de los cónyuges – a una visión puramente contractualista y voluntarista.

Con el tiempo, las teorías del gender han ampliado el campo de su aplicación. A principios de los años noventa del siglo pasado, se fueron concentrando en la posibilidad de los individuos de autodeterminar sus propias inclinaciones sexuales sin tener en cuenta la reciprocidad y la complementariedad de la relación hombre-mujer, así como la finalidad procreativa de la sexualidad. Además, incluso se llega a teorizar una separación radical entre género y sexo, con la prioridad del primero sobre el segundo».

En este contexto cultural se comprende que sexo y género han dejado de ser sinónimos (…)  De esta separación surge la distinción entre diferentes “orientaciones sexuales” que no están definidas por la diferencia sexual entre hombre y mujer, sino que pueden tomar otras formas, determinadas únicamente por el individuo radicalmente autónomo.

 Asimismo, el mismo concepto de gender va a depender de la actitud subjetiva de la persona, que puede elegir un género que no corresponde con su sexualidad biológica y, de consecuencia, con la forma en que lo consideran los demás (transgender).

En una creciente contraposición entre naturaleza y cultura, las propuestas de género convergen en el queer, es decir, en una dimensión fluida, flexible, nómada al punto de defender la emancipación completa del individuo de cada definición sexual dada a priori, con la consiguiente desaparición de las clasificaciones consideradas rígidas.

La dualidad de la pareja entra también en conflicto con los “poliamoríos” que incluyen a más de dos personas. Por lo tanto, se observa que la duración del vínculo – y su naturaleza vinculante – se estructura como una variable de acuerdo con el deseo contingente de las personas, con consecuencias en el nivel de compartir responsabilidades y obligaciones inherentes a la maternidad y la paternidad”.

Hasta aquí la declaración del Vaticano.

Concluimos nuestro comentario haciendo notar que la ley promulgada recientemente en Chile se enmarca enteramente en los criterios que condena este documento, lo que hace incomprensible el silencio de las autoridades educacionales, eclesiásticas y de los padres de familia católicos al respecto.

Dada las graves consecuencias que esta ley introducirá no sólo en la vida familiar sino en toda la cultura y en definitiva en la Fe que heredamos de nuestros padres, lo invitamos, estimado radioyente a continuar en el próximo programa con el análisis del Documento sobre la cuestión de género en educación “Varón y mujer los creó», publicado por La Congregación para la Educación Católica del vaticano.

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